lunes, abril 02, 2007

La chanson de Roland

Él era un caballero andante
Fuerte armadura e irrompible espada
Hombre a caballo, sobrino de Reyes
Estirpe ya muerta sin heredad.

Batalla tras batalla, fama victoriosa
Fortalezas, palacios y castillos
Bajaban todos sus puentes levadizos
Al caballero de la antigüedad.

Su gran aventura fue a orillas del Rin
Lo que no pudo ningún gigante o dragón:
Llevar su voluntad de guerrero a su fin,
Lo pudo un par de ojos de mármol pulido.

Ella sería su amada
Él sería su leal sirviente
No había mas que pedirle a la vida
Que el tiempo pasara lentamente.

Pero el juramento de caballero
Sólo lo rompe la muerte
La guerra, fuego hambriento y eterno
No tardó en llamar de nuevo al héroe.

Ella se despidió con lágrimas
Él prometió su regreso
El destino hizo su parte
El tiempo, inmisericorde, pasó lentamente.

En lo más alto de un risco
Esperaba la desesperada dama
Él llegaría un día, él llegaría pronto
Galopando sobre los rayos del alba.

Pero no fue el alba sino las tinieblas
Quienes enviaron su mensajero
La voz corrió de pueblo en pueblo
Como una plaga de mal agüero.

En un remoto campo de batalla
Sin espada y con el corazón abierto
Cumpliendo su juramento pero rompiendo su promesa
El caballero andante había muerto.

Poco tiempo después la paz sobrevino a la guerra
Los olivos volvieron a crecer junto a los cerezos
Canciones de esperanza se escucharon sobre la tierra
El Rin volvió a correr cargado de pasajeros.

Entre ellos un hombre viejo y maltrecho,
Con noticias desde tierras lejanas,
Llegó al castillo buscando a la bella dama
Cuando en el convento repicaban las campanas.

Así mueren las buenas nuevas cuando llegan en mala hora.
Con cantos y responsos camino a la funeraria
En un ataúd, una monja descansaba
De soledad y tristeza como una paloma blanca.

Temiendo lo peor fue a dar sus respetos
El Ecce Homo que solía ser caballero.
Cayó de rodillas y con el corazón abierto
Al ver que sus nobles deberes habían cobrado su precio.

El lamento anudó en su garganta el quejido
Ya cerrados los ojos que solían ser de mármol pulido.

1 comentario:

José M. Ramírez dijo...

Cammilo, qué forma de irrumpir en el blog: con el terco de Roland... fabuloso.