viernes, agosto 13, 2010

El cuarto de al lado

A Krina Ber



“Ni siquiera pude despedirme de él”.


Esta frase, con la que Krina me recibió en el velorio de su esposo, no me ha soltado. Fernando murió durante el sueño, un paro respiratorio solitario, mientras Krina escribía en el cuarto de al lado la novela que le había prometido terminar.

No era nueva esa imagen de abatimiento de Krina; esos ojos perdidos los he visto antes, incluso en el espejo, cuando es imposible obtener respuestas, pues las preguntas no están claras. Lo que si era nuevo era esa oscuridad en su mirada, que siempre dejaba pasar una chispa de futuro a través del velo de descreimiento polaco que la envuelve.

Un día antes mi esposa me había comentado que, por alguna razón inaccesible, había releído el cuento “Amor” con el que Krina ganó el concurso de cuentos 2007 de “El Nacional”. Me dijo que, más que leerlo, lo había vivido y llorado intensamente. La noche de ese día recibí el mensaje de la muerte de Fernando, protagonista de ese cuento maravilloso.

¿Nos ahogamos o flotamos? Acaso nos sometemos al rigor de la corriente o nos tomamos con firmeza de una rama, hasta que se quiebre y nos devuelva al devenir del río. Y es que nos empeñamos en someter los hechos a un riguroso análisis causal. “Todo pasa por una razón”, le dijo una amiga para consolarla, y añadió el tópico fatídico “sólo dios sabe…”.

“José, ¿tú crees en dios?”, me preguntó Krina con una mirada casi infantil. Me pareció inapropiada una respuesta extensa y opté por una mueca que pretendí que significara “acaso no en el dios del que habla esta señora”. ¿Cómo podemos creer en un dios de certezas?, ese dios es imposible para mi, prefiero aferrarme a un dios incompleto, de enigmas, un dios como el de Rilke que, más que creador, es creado por nosotros y, por lo tanto, es un dios personal, incompartible, un dios esquivo a la razón pero cercano a nuestro ser.

Krina iba y venía, miraba al techo de la capilla, se aferraba al diseño de ese techo, buscaba a su nieta, saludaba una y otra vez a los amigos, acaso buscaba las preguntas necesarias, el punto de partida para alguna respuesta, la que sea, que permitiera el reposo.

La fe no puede ser abandono, sinónimo cruel de esperanza; no para mí, no para Krina. La fe se parece a ese escribir doloroso, a ese empeño que en la soledad intentamos, mientras que en el cuarto de al lado el destino nos espera con otro enigma.

3 comentarios:

krina dijo...

gracias José por tus palabras, gracias por haber estado allí, gracias por escribir algo que puedo compartir porque yo no puedo escribir más nada y no sé cuándo podré. Es verdad, mis ojos en el espejo ya no son míos y no sé de quién son, porque no sé quién soy yo sin mi compañero de toda la vida. A quién decir, reclamar mostrar preguntar vivir para que te escucha para que te vea para que sepa quién eres

Becalei dijo...

Querida Krina, hasta ahora que leo el texto que te ha escrito José, no había encontrado las palabras para hablarte. Traté de llamarte esa noche que me enteré pero el teléfono repicó por mucho tiempo. Se por experiencia que una especie de consuelo, si lo podemos llamar así, le llega a uno en un tiempo indeterminado, sin fecha ni lugar y que no es fácil encontrarlo. Lo que sí se es que estás rodeada de personas que te aman, te aprecian,y estarán, estaremos pendientes de tí, recibe todo mi cariño, Beatriz

GEORGIA dijo...

Me solidarizo en letras y afecto