miércoles, enero 03, 2007

Susto a domicilio

Generalmente cerramos el negocio a las 12 de la noche, pero aceptamos hacer deliveries hasta las 11 y media. Ese día tuve la extraña sensación de que repartir la última pizza del día me iba a traer problemas.

Habíamos tenido un día bastante flojo y cuando el teléfono sonó a las 11 y cuarto, supe enseguida que mi jefe iba a aceptar la orden y yo iba a ser el elegido para llevarla. De paso era un encargo complicado: una pizza de tamaño super gigante doble –la SGD, una especialidad de la tienda- que consiste en ser el doble de cualquier pizza extra grande que se consiga en los demás restaurantes. El dueño, o mejor dicho su papá, había inventado un molde especial para tal pedido, pero los afectados éramos los repartidores, quienes teníamos que hacer acrobacias para llevar el producto final al cliente, ya fuera el reparto a pie o en moto.

Este iba ser a pie pues era bastante cerca, al final de la calle. Tomé la caja con la SGD, olorosa a queso, champiñones, pepperoni y ese toque de orégano que me despertaba los sentidos.

El vago presentimiento que tuve al principio se había esfumado, total era tan solo a una cuadra del negocio. Todo comenzó muy bien los primeros 500 metros, luego me detuve, escuché unos pasos pero muy suaves, volteé lentamente y no vi nada, sólo la calle vacía y oscura. Tarareé una cancioncita que tenía pegada desde la mañana, sin embargo, ya no me sentía tan confiado. El ritmo de mi corazón se aceleró un poco. Los pasos y la presencia estaban allí de nuevo, todavía me faltaba un buen trecho. Esta vez, al voltear, sí pude ver quien me seguía: era un perro grande y negro que me mostró su dentadura. “No me ha ladrado” –me dije, “así que seguro me va a morder”. No me atrevía a apurar el paso pero lo que quería era correr. Trate de ver a donde podía refugiarme pero todos los negocios que veía estaban cerrados. Ya mi corazón estaba desbocado y mis manos estaban aferradas a la enorme caja. ¡La pizza! ¡A lo mejor le gusta la pizza! Así que como pude abrí la caja y le solté un pedazo, él se detuvo y la olió –seguramente también le gustó el aroma del orégano. Sus enormes colmillos comenzaron a desguazar los pedazos. Yo mientras continuaba mi camino como podía, sudando como loco y tirándole pedazos. Menos mal que es una SGD –me dije.

Ya sólo quedaba como un cuarto de pizza y él perro ya había acortado la distancia conmigo. Estaba cerca del edificio cuando en eso se paró un taxi, apenas se bajó el pasajero no lo dudé y me metí como un loco no sin antes echarle al perro los restos de masa, queso y peperoni.

Mientras en el negocio ya cerrado, el teléfono sonaba insistentemente.

Beatriz

5 comentarios:

José M. Ramírez dijo...

Beatriz, qué bueno está... pero ¿esa era una cuadra llanera o pusiste 500 metros en lugar de 50 metros? (jajaja).

¿Haces delivery a la playa?

Becalei dijo...

Hola, cómo quieres la SGD? con pepperoni? Jajajaj. Tienes razón en lo de los 50 metros. Saludos,
Beatriz

krina dijo...

Inauguramos el 2007!!!
Ojalá siempre tengamos a mano una pizza para detener al perro grande...
Buena atmosfera y bien condensada, Beatriz
Feliz año chicos. Sigo sin tener idea como publicar en este blog

José M. Ramírez dijo...

Beatriz, quedas comisionada oficialmente a darle un curso a domicilio a Krina de cómo publicar en el Blog. De paso le llevas una SGD...

krina dijo...

...y cuidado que tengo un perro bravo que se llama Kafka