jueves, diciembre 07, 2006

Cuando nos enfrentamos a una página en blanco nos enfrentamos a las decisiones ¿Qué hacer? ¿Qué escribir? ¿Hacia dónde llevar la historia? A veces tenemos que enfrentar la vida como un fluir de acontecimientos que nos penetran y transforman; acontecimientos que son materia prima para construir nuestro mundo, y sobre ellos, nuestras decisiones. Y como viejos personajes románticos a veces tomamos decisiones que no tienen explicación, que precisamente por no tener explicación se convierten en compromisos.

Se me ocurre ahora la imagen de un escalador que decide subir una montaña gigantesca aún sabiendo que es imposible llegar a la cima. La llegada en sí pierde sentido, es la acción de lucha sin destino cierto lo que alienta su acción, simplemente subir hasta que se extingan sus fuerza y luego seguir subiendo hasta caer definitivamente. ¿Por qué hace algo que no tenía necesidad de hacer? ¿Por qué emprender una lucha totalmente inútil? Precisamente por eso, porque no tiene sentido. Porque no existe la noción de necesidad, porque aunque tiene la opción de no hacerlo lo hace, por el compromiso con algo totalmente arbitrario pero que representa una decisión de vida aunque no tenga sentido para los demás. Es el propio compromiso lo que nos hace vivir.

Vivir sin un sentido es vivir alejado de lo necesario, vivir sin dar explicaciones porque no hay explicación posible. Es asumir destinos absurdos y luchas implacables aun cuando todo parece perdido. Asumir sin necesidad la escritura de una novela gigante... o quizás breve pero intensa; decidir hacerlo todo o no hacer nada; estudiar y trabajar o vagar hasta morir. No vinimos a este mundo para cumplir destino alguno, no estamos destinados a nada ni existe ningún ente trascendente que nos ilumine el camino. No somos nada hasta que decidimos ser algo, aunque parezca inalcanzable, como lanzarnos a cruzar un desierto sabiendo que nunca vamos a poder cruzarlo. Este tipo de decisiones me hacen sentir humano porque siento que conectan con el sentido trágico e irracional de una existencia sin más propósito que aquel fijado por nuestros propios deseos.

Somos una página en blanco. Somos también dueños de un lenguaje. Vivir es escribirnos, hacer de nuestra existencia un discurso, y de cada quien depende la decisión de escoger entre el silencio o las palabras.

1 comentario:

krina dijo...

Querido Humberto
No sabes hasta qué punto me solidarizo con tu descripción, la del escalador que escala para nada, sólo porque sin razón alguna ha decidido hacerlo. Así me siento, exactamente, con mi tesis de maestría que por razones inexplicables he escogido seguir y absurdamente, sigo escalando.