martes, junio 27, 2006


La lluvia es una cosa
Que sin duda sucede en el pasado

Jorge Luis Borges


Hay frases que quedan en nuestra memoria por siempre. Esas frases, flotando por allí en el cerebro, me descomponen; sobre todo si son como esa que viene a mi mente cada tanto: La lluvia trae alegría a los campos y tristeza a las ciudades. Seguramente será el residuo de una de esas glosas infantiles con las que los antiguos libros de texto querían rematar los temas. Los libros de texto de antes tenían, eso lo veo ahora a la distancia, una singular pretensión literaria.

De niño siempre consideré a la lluvia como un acontecimiento alegre, algo para compartir con los amigos, como quien comparte un helado. La lluvia era para salir a mojarse, a reírse cuando nos resbalábamos, brincar sobre los charcos. ¿A quién se le ocurría correr a protegerse de la lluvia?

Pero ahora, todo es diferente, la lluvia es el preámbulo de una tranca, el derrumbe de una montaña, amenaza de gripe, toda una complicación.

Estando con la lluvia al otro lado de la ventana, descubro las razones íntimas de esa melancolía que me invade en cada gota. Comprendo, creo, porque me gustan las duchas largas, dejar que el agua caiga sin parar hasta que no haya sonido o imagen que pueda atravesar la muralla protectora de la ducha/lluvia.

De niño, bajo la lluvia, todo era risa. Hoy, de adulto, esa lluvia mía, esa triste lluvia mía, quedó prisionera de una llave, en la esquina del baño.

2 comentarios:

Becalei dijo...

Hola José, definitivamente la lluvia nunca pasa desapercibida. Tiene un efecto sobre nosotros. Acaso a veces de intranquilidad, pero casi siempre de melancolia.
Beatriz.

Becalei dijo...

Hola de nuevo. Me parece buenísimo que hayas puesto los links de El País, sabes que la Vanguardia, de Barcelona, trae los miércoles una revista cultural excelente. Gracias José