Con la seguridad que nos da el tiempo y la historia, las palabras se desvanecen, se cristalizan y en su transparencia damos por sentado que detrás encontraremos siempre la cosa dicha. Pero, a veces, ocurre un movimiento, un golpe de realidad hace que la palabra se vuelva opaca y problematizamos la relación entre la palabra y aquello que nombra. Todo se nos hace oscuro y tenemos que volver atrás y encontrar una nueva definición, o reencontrar aquel referente que se nos ha perdido.
Libertad es una palabra opaca, la creíamos segura y ahora no sabemos qué indica. Las palabras a veces callan, pero hay que hacerlas hablar de nuevo.
Históricamente, limitar la libertad por la igualdad ha devenido en totalitarismo. ¿Quién dice qué se límita? ¿Hasta qué punto? ¿a quién se limita? ¿Y quién define qué igualdad se persigue? Limitar la libertad es un acto de poder, y todo poder tiende a particularizarse en quien lo ejerce. Al contrario, libertad como precondición de la igualdad, supone la existencia de un espacio social en el que debemos reconocernos como sujetos con pretensión de libertad: el otro/el mismo.
La democracia se entiende, hoy en día, como un sistema en el que funcionan los mecanismos para limitar el poder. Toda concentración de poder debe verse con desconfianza, tanto del estado como de monopolios empresariales. Se han fragmentado las nociones totalizantes, los esencialismo y las trascendencias (la Razón, la Historia); se debe fragmentar también el poder. Desde el poder del Estado jamás podrá el ciudadano emprender acciones sociales reivindicativas porque el poder en el Estado se queda en las manos de quien lo ejerce.
Hay que volver a pensar cada palabra, en especial Libertad, Reconocimiento, Igualdad, Diferencia. Hay que hacer hablar a las palabras de nuevo, si no, mañana sólo habrá silencio.
1 comentario:
Humberto, tus comentarios siempre me han parecido muy acertados. Todavía conservo el que enviaste cuando tuvimos aquella larga discusión sobre la política y la vida,la que hablaba de la democracia.
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