Hace algunas semanas Das Literaturhaus de Hamburgo organizó un evento llamado “Una tarde con Truman Capote” y el invitado principal era Gerald Clark, su amigo y biógrafo, el hombre que en palabras de Capote: “me conoce mejor que nadie, incluyéndome a mi mismo”.
Aunque hubo una introducción formal del invitado por parte de los organizadores la tarea estuvo mejor cumplida por el mismo Clark con sus primeras palabras: “A Truman le hubiese encantado un evento como este. A él le encantaba la atención”. Lo dijo casi como una disculpa por la ausencia de quien todos queríamos ver y a quien él humildemente representaba. Ese tono familiar fueron todas las credenciales que necesitó Gerald Clark para despertar aun más nuestro apetito por los detalles, por los chismes, por los secretos.
“Conocí a Truman en una fiesta en New York. Estaban presentes los ricos y famosos de la ciudad. Yo estaba conversando con un amigo cuando apareció Truman por la puerta. Todo el mundo se apartó como si Moisés hubiese alzado los brazos para abrir el mar Rojo en dos.” Si eso no nos dejó una buena imagen de quien era Capote tal vez lo siguiente sería aun más gráfico.
“Un día estuve con Truman en el preestreno de una película. En esa época iba a escribir un artículo sobre él para la revista Esquire. Al salir Truman propuso que fuésemos a cenar. Yo le dije que no podía porque era mi cumpleaños y tenía que ir a casa donde me esperaba mi familia para una pequeña fiesta. A lo que él respondió: ‘entonces tenemos que buscar un regalo para Gerald’. Levantó la manga de su camisa, desabrochó el bellísimo reloj Cartier que traía puesto y me lo dio. Yo le dije que no podía aceptarlo. Obviamente no podía aceptar un regalo de alguien sobre quien estaba escribiendo. Él insistió y sin poder luchar más me fui a mi casa. A los pocos días le envié el reloj de vuelta. A él no le gustó para nada y me dijo: ‘sabes que no te lo hubiese dado si realmente no hubiese querido que te lo quedaras’.
Y las anécdotas continuaron. “Una noche Truman y dos hombres tomaron un taxi para ir a un club gay en Harlem. Cuando se montan en el taxi el taxista les dice: ‘y ustedes chicas a dónde se dirigen’. Y Truman con desagrado le respondió: ‘usted está contratado para manejar el taxi, por lo tanto, voltéese y maneje’. Truman nunca tuvo problemas con su homosexualidad. Hay hombres que hacen lo imposible por esconderlo. Se casan, tienen hijos, hacen una miseria de sus vidas y hacen miserable la vida de su familia. En el caso de Truman todo eso era innecesario porque era obviamente gay”. Pero a pesar de esto Clark nos aclaró el siguiente detalle. “Truman adoraba a las mujeres. Muchos creen que a los hombres homosexuales no les gustan las mujeres pero es falso. Después de Casanova no creo que haya habido otra persona que adorara tanto a las mujeres como Truman.”
Y de allí Clark nos llevó a conocer un poco mejor al Capote más conocido. Al escritor. “Truman siempre quiso ser un escritor. Más aun, siempre quiso ser un escritor famoso. Al lograrlo, se volvió adicto. Disfrutaba ser el centro de atención. Pero también descubrió que la atención lo perseguía a todos los lugares, incluso en los momentos más inoportunos. Cuando Truman escribía cuentos, a finales de los años 40s, los mejores cuentos se publicaban en las revistas para mujeres. Estas revistas contaban con excelentes editores de ficción que gracias a la creencia de que las mujeres no se interesaban por ese tipo de literatura lograron publicar cuentos muy atrevidos, entre ellos los de Truman. Por supuesto, esa era la época en que la gente leía cuentos, algo impensable hoy en día”.
Luego nos habló de los libros de Capote. “Desayuno en Tiffany’s es uno de mis libros favoritos. Es una comedia romántica sobre una época muy particular como lo fue la mitad de la Segunda Guerra Mundial. Truman se inspiró en varias mujeres que conocía para el personaje de Holly Golightly. Mujeres como ella ya no existen. Holly es un mujer a comienzos de sus 20s, elegante, liberal, lista para divertirse y para entretener a un hombre, incluso a un precio. Hoy en día las mujeres juegan el juego de otra manera. La película que es recordada por todos sin lugar a dudas es muy entretenida pero no creo que refleje esto”.
Y después entramos en un tema espinoso: el libro con el cual Capote se aseguró un puesto de honor en la historia de la literatura universal, A sangre fría. Clark abrió el camino con una pregunta: “¿Por qué ya siendo un escritor consumado y celebrado Truman gira su atención hacia un proyecto como el de A sangre fría?” La respuesta creíamos saberla pero aun así no nos arriesgamos a equivocarnos y seguimos escuchando. “Truman consideraba que el periodismo no había logrado su objetivo, que es el arte. Truman había hecho ya varios intentos. Viajó a Rusia para escribir The muses are heard donde relata la misión cultural de la The Everyman's Opera en la Unión Soviética a mediados de los 50s. Truman lo hizo no porque creía en la importancia histórica del evento sino porque le parecía sumamente divertido. También escribió un perfil sobre Marlon Brando que es lo mejor que se ha escrito sobre Brando hasta los momentos aunque Brando haya dicho que en vez de haber hablado con Truman debió haberlo matado. Truman en ese momento estaba escribiendo una novela y al parecer no iba muy bien. Además él tenía muchas ganas de escribir no ficción. Por eso cuando lee el artículo en el New York Times algo hace click. Proviniendo de un pequeño pueblo Truman sabía lo que un acontecimiento como aquel podía hacer a una pequeña comunidad. En ese momento, nadie sabía quién había cometido los asesinatos, ni siquiera se esperaba que los culpables fueran encontrados. Luego, con el desarrollo de los hechos, lo que iba a ser un artículo para The New Yorker se trasformó en un libro.”
Luego hubo una pausa para leer un extracto del suceso relatado por Capote y en pocas líneas cambió completamente el humor de la audiencia. Al finalizar seguramente había preguntas pero nadie se atrevió a interrumpir el silencio. Clark nos ayudó a salir del trance. “Truman no podía soportar el hecho de ser un periodista y a la vez ser un amigo de los asesinos. Esto le produjo un gran dilema moral. Él sabía que su libro iba a ser un best-seller. Y esto es algo poco usual. Casi ningún escritor sabe a priori que su libro será un éxito. En este caso, era distinto. Todo el mundo estaba esperando por el libro. El proceso de apelación del sistema judicial americano puede ser interminable. Esto alargó el caso aun más de lo esperado. Truman tenía el libro prácticamente listo excepto el último capítulo que era por supuesto la ejecución. Él quería terminar de una vez con la historia. Por eso a la vez que era su amigo, los quería muertos. Y cuando se refería a Perry, el problema era más serio. Perry era como su lado oscuro”.
Inevitablemente después vino la película Capote basada en sólo 50 páginas de la biografía que Clark escribió bajo el mismo título, las páginas que relatan los años en que Capote escribió A sangre fría. La película ha impresionado a todos no sólo por su elegante producción sino por las magistrales actuaciones y Clark parece estar de acuerdo. “Phillip Seymur Hoffman hizo un magnífico trabajo. Truman tenía una voz muy particular, muy aguda. Algunos decían que era tan aguada que sólo los perros podían escucharla. Yo he visto a muchas personas tratar de imitar la manera de hablar de Truman pero creo que sólo Phillip ha logrado hacerlo bien. Él usó mucho material audiovisual público de Truman pero yo le presté material privado de mis entrevistas porque cuando Truman hablaba en televisión su voz era aun más aguda”.
El tiempo se acababa y la sesión de preguntas sólo permitió una de un caballero desesperado por algo que siempre quiso saber: ¿Por qué Capote decide romper públicamente la confianza de sus amigos en sus escritos posteriores? Clark como buen biógrafo sabía la respuesta pero ante todo es un escritor y como tal no pudo evitar recurrir a la anécdota y los presentes se lo agradecimos. “Recuerdo cuando Truman me dio a leer el artículo antes de que saliera publicado. La Côte Basque, como un restauran famoso de New York. Estábamos en la casa de playa de un amigo. El dueño estaba ausente. Truman me dio el artículo y lo leí bajo un toldo mientras él descansaba sobre un colchón de aire en la piscina. Yo reconocí a varios personajes fácilmente. Otros me los dijo Truman. Cuando terminé de leer le dije con cierta preocupación: ‘Truman, ¿no crees que se van a molestar?’ Y el me respondió con desdeño: ‘Na, son demasiado tontos para darse cuenta’. El caso es que al final sí se dieron cuenta. Truman estaba en una senda autodestructiva. Él pensaba que estas personas lo trataban como un bufón. Él era invitado a las fiestas, a los yates, pero según él sólo como entretenimiento y sin prestarle el respeto que merecía por lo que era, un gran escritor. Por lo tanto, él quería de alguna manera vengarse. Estas eran personas que decían que lo apreciaban mucho y que de un día para otro dejaron de hablarle”.
El moderador anunció la clausura de la conferencia y agradeció la presencia de todos pero Clark pidió un momento. Antes de irnos quiso leernos unas líneas de una carta que Perry, uno de los asesinos de A sangre fría, le escribió a Capote.
En la misiva Perry escribió lo siguiente: “Sigo preguntándome, cuál puede ser el propósito del libro. Creo que esa es la pregunta importante”.
La frase quedó en el aire y se disipó con el bullicio de la gente buscando la salida de la sala. Clark no lo dijo pero a mi no me queda duda al respecto. Estoy seguro que la misma pregunta se la hizo Capote y lo persiguió hasta su último día.
Aunque hubo una introducción formal del invitado por parte de los organizadores la tarea estuvo mejor cumplida por el mismo Clark con sus primeras palabras: “A Truman le hubiese encantado un evento como este. A él le encantaba la atención”. Lo dijo casi como una disculpa por la ausencia de quien todos queríamos ver y a quien él humildemente representaba. Ese tono familiar fueron todas las credenciales que necesitó Gerald Clark para despertar aun más nuestro apetito por los detalles, por los chismes, por los secretos.
“Conocí a Truman en una fiesta en New York. Estaban presentes los ricos y famosos de la ciudad. Yo estaba conversando con un amigo cuando apareció Truman por la puerta. Todo el mundo se apartó como si Moisés hubiese alzado los brazos para abrir el mar Rojo en dos.” Si eso no nos dejó una buena imagen de quien era Capote tal vez lo siguiente sería aun más gráfico.
“Un día estuve con Truman en el preestreno de una película. En esa época iba a escribir un artículo sobre él para la revista Esquire. Al salir Truman propuso que fuésemos a cenar. Yo le dije que no podía porque era mi cumpleaños y tenía que ir a casa donde me esperaba mi familia para una pequeña fiesta. A lo que él respondió: ‘entonces tenemos que buscar un regalo para Gerald’. Levantó la manga de su camisa, desabrochó el bellísimo reloj Cartier que traía puesto y me lo dio. Yo le dije que no podía aceptarlo. Obviamente no podía aceptar un regalo de alguien sobre quien estaba escribiendo. Él insistió y sin poder luchar más me fui a mi casa. A los pocos días le envié el reloj de vuelta. A él no le gustó para nada y me dijo: ‘sabes que no te lo hubiese dado si realmente no hubiese querido que te lo quedaras’.
Y las anécdotas continuaron. “Una noche Truman y dos hombres tomaron un taxi para ir a un club gay en Harlem. Cuando se montan en el taxi el taxista les dice: ‘y ustedes chicas a dónde se dirigen’. Y Truman con desagrado le respondió: ‘usted está contratado para manejar el taxi, por lo tanto, voltéese y maneje’. Truman nunca tuvo problemas con su homosexualidad. Hay hombres que hacen lo imposible por esconderlo. Se casan, tienen hijos, hacen una miseria de sus vidas y hacen miserable la vida de su familia. En el caso de Truman todo eso era innecesario porque era obviamente gay”. Pero a pesar de esto Clark nos aclaró el siguiente detalle. “Truman adoraba a las mujeres. Muchos creen que a los hombres homosexuales no les gustan las mujeres pero es falso. Después de Casanova no creo que haya habido otra persona que adorara tanto a las mujeres como Truman.”
Y de allí Clark nos llevó a conocer un poco mejor al Capote más conocido. Al escritor. “Truman siempre quiso ser un escritor. Más aun, siempre quiso ser un escritor famoso. Al lograrlo, se volvió adicto. Disfrutaba ser el centro de atención. Pero también descubrió que la atención lo perseguía a todos los lugares, incluso en los momentos más inoportunos. Cuando Truman escribía cuentos, a finales de los años 40s, los mejores cuentos se publicaban en las revistas para mujeres. Estas revistas contaban con excelentes editores de ficción que gracias a la creencia de que las mujeres no se interesaban por ese tipo de literatura lograron publicar cuentos muy atrevidos, entre ellos los de Truman. Por supuesto, esa era la época en que la gente leía cuentos, algo impensable hoy en día”.
Luego nos habló de los libros de Capote. “Desayuno en Tiffany’s es uno de mis libros favoritos. Es una comedia romántica sobre una época muy particular como lo fue la mitad de la Segunda Guerra Mundial. Truman se inspiró en varias mujeres que conocía para el personaje de Holly Golightly. Mujeres como ella ya no existen. Holly es un mujer a comienzos de sus 20s, elegante, liberal, lista para divertirse y para entretener a un hombre, incluso a un precio. Hoy en día las mujeres juegan el juego de otra manera. La película que es recordada por todos sin lugar a dudas es muy entretenida pero no creo que refleje esto”.
Y después entramos en un tema espinoso: el libro con el cual Capote se aseguró un puesto de honor en la historia de la literatura universal, A sangre fría. Clark abrió el camino con una pregunta: “¿Por qué ya siendo un escritor consumado y celebrado Truman gira su atención hacia un proyecto como el de A sangre fría?” La respuesta creíamos saberla pero aun así no nos arriesgamos a equivocarnos y seguimos escuchando. “Truman consideraba que el periodismo no había logrado su objetivo, que es el arte. Truman había hecho ya varios intentos. Viajó a Rusia para escribir The muses are heard donde relata la misión cultural de la The Everyman's Opera en la Unión Soviética a mediados de los 50s. Truman lo hizo no porque creía en la importancia histórica del evento sino porque le parecía sumamente divertido. También escribió un perfil sobre Marlon Brando que es lo mejor que se ha escrito sobre Brando hasta los momentos aunque Brando haya dicho que en vez de haber hablado con Truman debió haberlo matado. Truman en ese momento estaba escribiendo una novela y al parecer no iba muy bien. Además él tenía muchas ganas de escribir no ficción. Por eso cuando lee el artículo en el New York Times algo hace click. Proviniendo de un pequeño pueblo Truman sabía lo que un acontecimiento como aquel podía hacer a una pequeña comunidad. En ese momento, nadie sabía quién había cometido los asesinatos, ni siquiera se esperaba que los culpables fueran encontrados. Luego, con el desarrollo de los hechos, lo que iba a ser un artículo para The New Yorker se trasformó en un libro.”
Luego hubo una pausa para leer un extracto del suceso relatado por Capote y en pocas líneas cambió completamente el humor de la audiencia. Al finalizar seguramente había preguntas pero nadie se atrevió a interrumpir el silencio. Clark nos ayudó a salir del trance. “Truman no podía soportar el hecho de ser un periodista y a la vez ser un amigo de los asesinos. Esto le produjo un gran dilema moral. Él sabía que su libro iba a ser un best-seller. Y esto es algo poco usual. Casi ningún escritor sabe a priori que su libro será un éxito. En este caso, era distinto. Todo el mundo estaba esperando por el libro. El proceso de apelación del sistema judicial americano puede ser interminable. Esto alargó el caso aun más de lo esperado. Truman tenía el libro prácticamente listo excepto el último capítulo que era por supuesto la ejecución. Él quería terminar de una vez con la historia. Por eso a la vez que era su amigo, los quería muertos. Y cuando se refería a Perry, el problema era más serio. Perry era como su lado oscuro”.
Inevitablemente después vino la película Capote basada en sólo 50 páginas de la biografía que Clark escribió bajo el mismo título, las páginas que relatan los años en que Capote escribió A sangre fría. La película ha impresionado a todos no sólo por su elegante producción sino por las magistrales actuaciones y Clark parece estar de acuerdo. “Phillip Seymur Hoffman hizo un magnífico trabajo. Truman tenía una voz muy particular, muy aguda. Algunos decían que era tan aguada que sólo los perros podían escucharla. Yo he visto a muchas personas tratar de imitar la manera de hablar de Truman pero creo que sólo Phillip ha logrado hacerlo bien. Él usó mucho material audiovisual público de Truman pero yo le presté material privado de mis entrevistas porque cuando Truman hablaba en televisión su voz era aun más aguda”.
El tiempo se acababa y la sesión de preguntas sólo permitió una de un caballero desesperado por algo que siempre quiso saber: ¿Por qué Capote decide romper públicamente la confianza de sus amigos en sus escritos posteriores? Clark como buen biógrafo sabía la respuesta pero ante todo es un escritor y como tal no pudo evitar recurrir a la anécdota y los presentes se lo agradecimos. “Recuerdo cuando Truman me dio a leer el artículo antes de que saliera publicado. La Côte Basque, como un restauran famoso de New York. Estábamos en la casa de playa de un amigo. El dueño estaba ausente. Truman me dio el artículo y lo leí bajo un toldo mientras él descansaba sobre un colchón de aire en la piscina. Yo reconocí a varios personajes fácilmente. Otros me los dijo Truman. Cuando terminé de leer le dije con cierta preocupación: ‘Truman, ¿no crees que se van a molestar?’ Y el me respondió con desdeño: ‘Na, son demasiado tontos para darse cuenta’. El caso es que al final sí se dieron cuenta. Truman estaba en una senda autodestructiva. Él pensaba que estas personas lo trataban como un bufón. Él era invitado a las fiestas, a los yates, pero según él sólo como entretenimiento y sin prestarle el respeto que merecía por lo que era, un gran escritor. Por lo tanto, él quería de alguna manera vengarse. Estas eran personas que decían que lo apreciaban mucho y que de un día para otro dejaron de hablarle”.
El moderador anunció la clausura de la conferencia y agradeció la presencia de todos pero Clark pidió un momento. Antes de irnos quiso leernos unas líneas de una carta que Perry, uno de los asesinos de A sangre fría, le escribió a Capote.
En la misiva Perry escribió lo siguiente: “Sigo preguntándome, cuál puede ser el propósito del libro. Creo que esa es la pregunta importante”.
La frase quedó en el aire y se disipó con el bullicio de la gente buscando la salida de la sala. Clark no lo dijo pero a mi no me queda duda al respecto. Estoy seguro que la misma pregunta se la hizo Capote y lo persiguió hasta su último día.
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