Lo primero que debo decir es que escribir sobre mí me parece francamente inútil, mientras más quiero nombrar algo, con más fuerza creo su ausencia. Sin embargo, hay algunas coordenadas en las que creo encontrarme y eso sí puedo establecerlo.
No he escrito más nada que no sea la novela, no hay cuentos, no hay prosa poética ni poesía proscrita. Sólo hay teoría literaria... y la novela, Esclavos, que es una especie de red de experiencias, totalmente descentrada y con mútliples caminos narrativos que parecen no ir a ningún lugar porque no hay lugar hacia dónde quiera llevar al lector. La escritura ya no puede ser ingenua, al menos no la mía. El asunto para mí ya no es sólo contar una historia, es tratar de romper algo que quizás se aprecie demasiado en la narrativa: el destino, la tensión, la aparente coherencia de las partes, el equilibrio, la historia como unidad. Las formas se convierten en cánones y lo cánones son discursos históricos, la verdad es una construcción, un parámetro de entendimiento. Y no estoy inventando nada nuevo (y menos después del siglo XX), sólo lo estoy descubriendo y entendiendo a través de la propia piel, es más una experiencia mía que un enunciado objetivo.
La pretensión de que todo se debe poder reducir a un núcleo es la misma pretensión de existencia de una esencia de las cosas, algo que, para mí, no existe. A lo mejor me estoy suicidando como escritor, no lo sé, pero las representaciones, los momentos, las significaciones que tienen una función crítica en el texto me parecen más importantes que si un personaje tiene más peso que otro, que si pierde coherencia la historia, que si se pierde la tensión en determinada parte.
En definitiva, estoy reevaluando mi propia escritura, no mi estética, ni los temas; sino la escritura como representación. ¿Qué diablos quiero significar con lo que escribo? Yo, por ahora, estoy a un lado de todo, incluso en mis textos, no puedo decir nada de mí, sólo puedo escribir el mundo con una silueta recortada, hacia afuera existe todo lo que puede ser escrito y nombrado, hacia adentro sólo la experiencia de la existencia, aquello que muere cuando es nombrado, soy el enunciado de una adivinanza que no tiene respuesta.
Por supuesto, siempre los leo, siempre en contacto, siempre dispuesto a encontrarme, siempre dispuesto a ser más activo, siempre escribiendo y, quién sabe, quizás algún día de estos (después de haber dicho tan categóricamente que no estoy escribiendo mas que la novela) los sorprenda con un texto corto en este blog.
Un gran abrazo, y siempre en tapara,
Humberto.
2 comentarios:
Humberto
me conmueve leer este texto,así como los otros tuyos (hay varios así en este blog),con la sensación de búsqueda en un bosque de dudas que parece haber reemplazado esta etapa tuya en la que los textos fluían fácil, con cualquier tema,a veces buenos o muy buenos, a veces sólo textos. Esta angustia de que nombrar algo sólo crea el vacío, creo que la conocemos todos los que jamás nos hemos sentido impelidos a escribir. En mis diarios de antaño, de hace muchos años, encuentro un eco en esta frase: "...y el día desaparecía a medida que trataba de fijarlo para siempre en este cuaderno". Leyéndote, creo que tu escritura va a beneficiarse de esta etapa reflexiva, ya que las ideas sobre qué escribir nunca te han faltado.
Siempre en tapara también...
Krina
Humberto, y nosotros esperaremos tus textos que seguro vendrán luego de esta etapa por la que estás pasando,
saludos,
Beatriz
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