Amigos taparenses, espero los poemas para el día 7.
Mientras tanto vuelvo a lo que más me gusta: libros...
Así termina mi carta a Hector Torres tras la lectura de La huella del bisonte:
Hector, amigo, me dejé llevar por mi entusiasmo de lectora, pero hice bien, porque ese estado dura muy poco después de que uno cierra el libro y las tareas de la cotidianidad te atrapan y alejan de él. Es un libro que da ganas de comentar, de pelear con sus personajes y discutir con el autor tomando un vinito, es un buen libro. Seguro no debo ser la única que te haya felicitado pero, como no me salió nada mal este comentario, tal vez lo publique en nuestro blog Tapara donde a veces recomiendo libros que me gustó leer.
Pues, aquí está:
Debo felicitarte por esta novela que en estos días terminé de leer. También en estos días la he comenzado: no es de esas que uno puede soltar cuando empieza. Ahora la estoy leyendo por la segunda vez, que es lo que hago cuando el libro aparte de tener una historia que atrapa, permite saborear su lenguaje, el ritmo de las frases, el estilo tan particular tuyo, y te felicito por haber logrado una prosa que corre tan fácilmente, en que todo es acción y atajos narrativos para decir cosas profundas como si fueran simples sin simplificarlas. Lo profundo, lo emotivo y sentimental está allí como un perro al que a veces se le da cuerda, pero no mucho, normalmente lo mantienes con la correa corta de una sofisticada parquedad, siempre un poco irónica, en la distancia exacta entre decir y callar. Y, en esta lucha, lo trivial adquiere a veces un realismo tan agudo que se vuelve poético. En todo caso, es la mejor cosa tuya que he leído. Ahí hay un gran trabajo.
Pero me imagino que quieres saber sobre todo qué opino de la historia y de los personajes como mujer, porque nosotras vemos las cosas desde la otra orilla, que lo queramos o no. Pues, sí. No sé si a todas, pero sospecho que a la mayoría de las mujeres, las Loliticas no nos resultan tan fascinantes como a ustedes. Más bien, repulsivas. Nos ofenden como niñas en nuestra niñez y nos ofenden como mujeres cuando somos mayores. Al lado de ellas nunca estamos en la edad correcta, siempre atrasadas o caducadas en la vida. Su gloriosa fugacidad nos arrolla como un bisonte, efectivamente. Juegan fuera de las reglas, juegan con la conjunción prohibida de sentimientos sexuales y paternos, y son terribles, porque esa ambigüedad trasgresora resulta irresistible para nuestros padres y maridos. Esto no es, ni de lejos, una crítica a tu personaje literario en el cual captaste de manera notable ese doble juego de mujer y niñita. La tienes muy bien lograda, a tu muchachita, con su comprensible y desesperada necesidad de protección que la hace tan letal. De hecho, la conozco, todos conocemos, creo, unas cuántas “Karlitas”. Aún cuando no entra en escena el componente sexual explícito, hay muchos seres como ella, empeñados con ferocidad desde su más tierna infancia a sacar siempre algún provecho de cada situación y de cada persona que se les atraviese, nunca descansan ni dan tregua, y por eso siempre le ganan a la gente menos feroz, a la que no se rige por ese patrón y quiere simplemente dejarse vivir los días, distraerse, hacer cosas porque sí, soñar. De hecho todos tus personajes, hasta los secundarios, me resultan por un lado conocidos como si me hubiera topado con ellos en algún momento de mi vida, y, por otro, no son en absoluto estereotipos. No se puede evitar entablar una relación con ellos, como ya viste en mi clara antipatía hacia tu protagonista y sus muslitos. En cambio me encanta Mario, es un gran tipo, y Gabriela, con quien me identifico en muchos puntos cuando pienso en mi remota adolescencia. Porque hay cosas que no tienen fecha, y creo (desde mi experiencia de mujer con muchas amigas) que has captado sorprendentemente bien la estructura psicológica de ambas adolescentes, La historia principal crea un suspenso narrativo, uno no puede dejar de leerla a pesar de que es absolutamente previsible en su inicio, desarrollo y desenlace… como lo son las historias de amor en la vida real. Siempre lo mismo, predecible, y siempre nuevo, especial, único en el mundo, a cada uno lo arrolla su propio bisonte y necesitamos saber cómo el suyo lo arrollará a Mario. En cambio, la relación entre el padre y la hija que crece como una flor oculta a la sombra de la historia principal es una sorpresa, y me imagino que no la tenías planificada desde el principio, que se te ha ido precisando “por sí sola”. Ese "perfecto viejo amor", al margen de otros amores, es como un tesoro que se excava poco a poco sin que uno le preste mucha atención y le descubre de pronto una reconfortante hermosura.
Ah, y otro detalle. Me encanta el final. Y la frase final. No sé muy bien por qué, pero me encanta. La belleza de la resignación, supongo, mientras los otros se levantan a bailar.
1 comentario:
Krina, me encanta que comentes sobre libros. Provoca salir a comprarlos de inmediato. Y también me encanta que nuestro blog se haya activado.
Besos,
Bea
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