miércoles, abril 11, 2007
¿Qué pasa conmigo?
No he escrito más nada que no sea la novela, no hay cuentos, no hay prosa poética ni poesía proscrita. Sólo hay teoría literaria... y la novela, Esclavos, que es una especie de red de experiencias, totalmente descentrada y con mútliples caminos narrativos que parecen no ir a ningún lugar porque no hay lugar hacia dónde quiera llevar al lector. La escritura ya no puede ser ingenua, al menos no la mía. El asunto para mí ya no es sólo contar una historia, es tratar de romper algo que quizás se aprecie demasiado en la narrativa: el destino, la tensión, la aparente coherencia de las partes, el equilibrio, la historia como unidad. Las formas se convierten en cánones y lo cánones son discursos históricos, la verdad es una construcción, un parámetro de entendimiento. Y no estoy inventando nada nuevo (y menos después del siglo XX), sólo lo estoy descubriendo y entendiendo a través de la propia piel, es más una experiencia mía que un enunciado objetivo.
La pretensión de que todo se debe poder reducir a un núcleo es la misma pretensión de existencia de una esencia de las cosas, algo que, para mí, no existe. A lo mejor me estoy suicidando como escritor, no lo sé, pero las representaciones, los momentos, las significaciones que tienen una función crítica en el texto me parecen más importantes que si un personaje tiene más peso que otro, que si pierde coherencia la historia, que si se pierde la tensión en determinada parte.
En definitiva, estoy reevaluando mi propia escritura, no mi estética, ni los temas; sino la escritura como representación. ¿Qué diablos quiero significar con lo que escribo? Yo, por ahora, estoy a un lado de todo, incluso en mis textos, no puedo decir nada de mí, sólo puedo escribir el mundo con una silueta recortada, hacia afuera existe todo lo que puede ser escrito y nombrado, hacia adentro sólo la experiencia de la existencia, aquello que muere cuando es nombrado, soy el enunciado de una adivinanza que no tiene respuesta.
Por supuesto, siempre los leo, siempre en contacto, siempre dispuesto a encontrarme, siempre dispuesto a ser más activo, siempre escribiendo y, quién sabe, quizás algún día de estos (después de haber dicho tan categóricamente que no estoy escribiendo mas que la novela) los sorprenda con un texto corto en este blog.
Un gran abrazo, y siempre en tapara,
Humberto.
domingo, abril 08, 2007
algún día
Algún día, me digo, encontraré los buzones perdidos y contestaré las cartas que tantas veces me he enviado a mi misma aunque por el otro lado del tiempo ya no quedan corresponsales. Se aplacaran al fin los ruidos de la ciudad y estallarán todos los silencios que la vida deposita en mí con la suavidad persistente de las olas del mar mientras camino muda por la orilla, pendiente de otras cosas.
Borrar toda distancia
toda ausencia y tiempo preciso
precisa un destino
y no estos puntos de desesperanza disimulada
en la palabra cálida y en los buenos deseos
o en el día a día
ese que apremia y dicta razones
lógicas exactas de nada y de la nada
Qué importa ya si los humanos estamos locos
si el atlántico se cierne en cualquier espacio
y las distancias siempre existen
si preciso un navío
un trasatlántico en un mar seco
en un no lugar
para tocar mi destino
Qué importa ya si estamos locos
si el tiempo reposa en una línea
dejémosle de una buena vez en paz
y que duerma tranquilo.
(Aún me encuentro aquí, no sé ya ni a donde voy y los espacios, yo no sé cómo hacer los espacios)
jueves, abril 05, 2007
Little Miss Sunshine
Un domingo, hace ya varias semanas, decidí romper esa especie de complejo que a veces nos domina de ir al cine sin compañía. Era uno de esos domingos que parecía no querer terminar. Afortunadamente, no había oído ni leído los comentarios de la película del cine independiente norteamericano “Little Miss Sunshine”, dirigida por Jonathan Dayton y Valerie Faris, que trata de las peripecias de Los Hoover, una familia disfuncional que decide llevar a Olive, la más pequeña de la familia, a un concurso de niñas tipo Barbie, y digo afortunadamente pues tal vez de haber sabido los antecedentes y dado mi estado emocional de ese día en cuestión, no me hubiera aventurado a ir a verla. Para mi sorpresa, y me imagino que también de muchos, la película es una tragi-comedia que engancha de inmediato: la mamá estresada, su hermano gay quien es profesor universitario especialista en Proust y que acaba de intentar suicidarse, el esposo fanático en técnicas de motivación, el adolescente en plena etapa Nietzschiana, el abuelo adicto a la heroína, quien es además el encargado de enseñar la coreografía de baile para el concurso a la dulce Olive.
Entonces los Hoover se van todos en un viaje relámpago a Redondo, California para que Olive pueda participar en el concurso. En el viaje ocurren todo tipo de situaciones y todos estos personajes tocan fondo de una manera u otra. Mientras, uno se conduele y se encuentra con ellos en sus crisis existenciales. Ya para el final, ya ni pena da reírse solo. No es un típico happy ending per se, pero los Hoover se encuentran, como quisiéramos que siempre lo hagan los Pérez, Los Rodríguez, y demás familias del mundo.
No tengo estrellas que repartir, pero de tenerlas le daría muchas a “Little Miss Sunshine”
Beatriz
martes, abril 03, 2007
Afiliazione
lunes, abril 02, 2007
La chanson de Roland
Fuerte armadura e irrompible espada
Hombre a caballo, sobrino de Reyes
Estirpe ya muerta sin heredad.
Batalla tras batalla, fama victoriosa
Fortalezas, palacios y castillos
Bajaban todos sus puentes levadizos
Al caballero de la antigüedad.
Su gran aventura fue a orillas del Rin
Lo que no pudo ningún gigante o dragón:
Llevar su voluntad de guerrero a su fin,
Lo pudo un par de ojos de mármol pulido.
Ella sería su amada
Él sería su leal sirviente
No había mas que pedirle a la vida
Que el tiempo pasara lentamente.
Pero el juramento de caballero
Sólo lo rompe la muerte
La guerra, fuego hambriento y eterno
No tardó en llamar de nuevo al héroe.
Ella se despidió con lágrimas
Él prometió su regreso
El destino hizo su parte
El tiempo, inmisericorde, pasó lentamente.
En lo más alto de un risco
Esperaba la desesperada dama
Él llegaría un día, él llegaría pronto
Galopando sobre los rayos del alba.
Pero no fue el alba sino las tinieblas
Quienes enviaron su mensajero
La voz corrió de pueblo en pueblo
Como una plaga de mal agüero.
En un remoto campo de batalla
Sin espada y con el corazón abierto
Cumpliendo su juramento pero rompiendo su promesa
El caballero andante había muerto.
Poco tiempo después la paz sobrevino a la guerra
Los olivos volvieron a crecer junto a los cerezos
Canciones de esperanza se escucharon sobre la tierra
El Rin volvió a correr cargado de pasajeros.
Entre ellos un hombre viejo y maltrecho,
Con noticias desde tierras lejanas,
Llegó al castillo buscando a la bella dama
Cuando en el convento repicaban las campanas.
Así mueren las buenas nuevas cuando llegan en mala hora.
Con cantos y responsos camino a la funeraria
En un ataúd, una monja descansaba
De soledad y tristeza como una paloma blanca.
Temiendo lo peor fue a dar sus respetos
El Ecce Homo que solía ser caballero.
Cayó de rodillas y con el corazón abierto
Al ver que sus nobles deberes habían cobrado su precio.
El lamento anudó en su garganta el quejido
Ya cerrados los ojos que solían ser de mármol pulido.