El Nacional - Sábado 16 de Diciembre de 2006 P/4 - Papel Literario
Líquido propicio
El poeta cuyo libro comenta Teresa Casique, José Ramírez, nació en 1961. Formado en el área de las ciencias, se desempeña profesionalmente como consultor en el área de Tecnologías de la Información. Líquido propicio (Editorial Memorias de Altagracia) es su primera publicación
Teresa Casique
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Abro su diario en cualquier página y encuentro: "Continuamente oigo una voz en mi oído: `¿Cuándo llegarás, invisible sentencia?’". Voy a otra y leo: "Olvidar todo.
Abrir las ventanas. Vaciar el cuarto. El viento lo atraviesa. Sólo se ve el vacío, uno se busca en todos los rincones y no se encuentra". Repito la operación y sigo leyendo: "Nuestro arte es ser deslumbrado por la verdad. En verdad no hay más que la luz proyectada sobre un rostro, que retrocede con una mueca de espanto". Cierro libros y abro libros, acaso el mismo u otro y leo: "Te has ataviado de manera ridícula para este mundo". Insisto y encuentro esta frase: "Me bastaría poder existir cerca de mí, me bastaría poder considerar el lugar donde me encuentro como otro lugar". Pero no, no pertenecen a José estas líneas. Son de otro desesperado. Kafka. Líquido propicio, el libro de José Ramírez, me llevó hasta ellas a la búsqueda de un asidero –un asidero para salir del hueco donde me abandonaba José– pero, por supuesto, no hay asidero tampoco allí, sino familiaridades tonales, existenciales porque, efectivamente, de grandes verdades está hecha la literatura y esas verdades se intercomunican a la distancia, con mayor o menor conciencia de sus autores.
Un enorme ejercicio de contención por parte de su autor, José Ramírez, nuestro implacable escéptico, ha hecho posible que el libro que tenemos entre manos no resultara profundamente desgarrador. Creo que se trata de una contención no sólo verbal, sino también, y en mucho, formal: ambos, sonido y arquitectura (arquitectura que Armando Rojas Guardia ha elogiado ampliamente) van dictando así la pauta para que la intimidad de esta poética nos llegue, si eso es posible, sin sobresalto, a la manera de una confesión en una voz muy baja que, envuelta en una aparente serenidad no nos da tiempo (ni tregua) para levantar una ceja o apretar los labios. Pero con esta constatación, hay otra, no menos sorpresiva: en este viaje que el poeta ha emprendido con la noche como única lámpara de su memoria no se evaden emociones. Que de lo oscuro irrumpa lo que ha de alumbrar la travesía echando abajo todo pudor, cualquier recato, cualquier ingenuidad, parece decirse José. Y así procede.
"...estoy cansado / de tanta limpieza y simulacro", reconoce de entrada en el poema "Sueño lúcido". En un texto sin título leemos: "...hacer, hacer, hacer / se acumulan los hechos y las palabras / pasan tantas cosas / y no sucede nada". Es su retrato de la vacuidad del vivir, ese aséptico y reseco discurrir del tiempo que en nada gratifica y poco a poco va devaluando esperanzas e ilusiones.
En el poema "Entre tapias" interroga: "...¿quién me persigue / aquel que llegando los susurros cesan / y unido a mi sombra descansar exige...?". Otra inquietante pregunta de un nuevo texto es: "¿Si giro a la izquierda / por error / y si me deslizo en el abismo / y se pierden los rostros / y no regreso?". Y aún insistirá: "¿Acaso no te tocan también las sombras / que se pegan a mi piel como la penumbra / suben a mi cuello y me asfixian?"; "Creo haber conseguido un hueco / en la invisible red de Cronos". De máscaras y transparencias se nos susurra así. Con elegancia, con sobriedad casi pánica. Y es que estamos ante una escritura desnuda, una escritura de adjetivos exactos, afilada. Una poesía cuyo esmerado canto, ahí entre el soneto y el verso libre, funge de dique a lo que el alma, es decir, la psique en su peregrinaje oscuro va descubriendo –o tramando.
La experiencia plasmada por otros grandes de la poesía le sirve a José para construir algunas variaciones sobre su propio tema. A los versos: "...tengo vivo el recuerdo / del día en que la muerte / ha de venir certera..." , agrega: "no opondré resistencia"; están también los versos homenaje y la apropiación de otro poema que se reconoce rápidamente: "...bajo el cielo perfecto de esmalte nombrado / testigo de tu viaje –acaso cómplice– / en la búsqueda insomne del utópico día / atraviesas mi pecho transparente / en el momento gélido del alba...": estas son sus metáforas sobre un acontecimiento serio, acaso el más serio de la existencia humana y, por eso mismo, presentadas con gravedad y, no cabe duda, también con ironía.
Porque acompañando esos estados del alma aparece otro elemento, digámoslo de una vez, otro recurso, otro artificio de esta poesía de José. Él escribe: "...Sobre mi hombro / jadeante te siento / suspirando con el último verso / con el que te vas haciendo / dueño de mi sombra"; él escribe: "...cada día soy alguien nuevo..."; él escribe: "necesito esa sombra que acaso eres / necesito tu mano que apenas rozo / necesito creer que me esperas / que sepas que me haces falta / que tu presencia me angustia / me aturde / me conmociona / me redime / que eres capaz de recordarme / lo que realmente soy"; él escribe: "Cierro los ojos / Tu imagen nebulosa / También los cierra".
Y así otras tantas veces encontramos este entramado de autointerpelaciones, desdoblamientos o extrañas conversaciones con alguien ausente hecho de mucha y perturbadora presencia.
Mencioné la palabra recurso. Y quizá ella descubre el juego de este lenguaje que finalmente no parece darnos seguridad alguna sobre la exacta veracidad de lo escrito y confesadamente sentido: en su mundo ficcionado, de pronto el autor nos revela que "la noche", aquella noche, aquella oscuridad o guía memoriosa "es tan sólo un simulacro" y del agua heracliteana o líquido propicio, de pronto sabemos que sólo es una metáfora, y es que el mar, el poeta lo dice así: "...el mar termina siendo siempre una metáfora...".
Maurice Blanchot apuntó: "En la soledad, Kafka se disuelve. Esta disolución hace su soledad muy peligrosa; pero, al mismo tiempo, de esta confusión puede surgir algo importante, a condición de que el lenguaje lo recoja". Y bien, en este mundo de ficciones y verdades a oscuras, de tragedia y prestidigitación, también nos da la impresión de que José se mueve sobre el filo de la navaja, pero él sabe hacer crecer césped de color escarlata, no en vano es suya la certeza de que "...la poesía pinta siempre en perspectiva" aunque impulse "a poner nuestra existencia en entredicho...". Nada menos.
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1 comentario:
querido José, te felicito otra vez! El texto de Teresa Cacique es hermoso y me alegro de que haya sido publicado en El Nacional. El libro se lo merece.
Queda esperar para ver cuando nos vemos en el bautizo de monte Avila. La pagina web de esos ha desaparecido, ?la estarán reformando? (a rojo rojito?)
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