domingo, diciembre 31, 2006
2007
Puede que este castillo, bella réplica del Château de Pierrefonds, simbolice para muchos un elemento más del consumismo, pero debo confesar que tenía tiempo sin vivir 24 horas al día de mensajes de optimismo, paz, amistad y entendimiento. Queda en mí como símbolo de esas cosas.
Feliz 2007 para todos y que la palabra siga uniéndonos.
sábado, diciembre 23, 2006
domingo, diciembre 17, 2006
Líquido propicio en el Papel literario
El Nacional - Sábado 16 de Diciembre de 2006 P/4 - Papel Literario
Líquido propicio
El poeta cuyo libro comenta Teresa Casique, José Ramírez, nació en 1961. Formado en el área de las ciencias, se desempeña profesionalmente como consultor en el área de Tecnologías de la Información. Líquido propicio (Editorial Memorias de Altagracia) es su primera publicación
Teresa Casique
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Abro su diario en cualquier página y encuentro: "Continuamente oigo una voz en mi oído: `¿Cuándo llegarás, invisible sentencia?’". Voy a otra y leo: "Olvidar todo.
Abrir las ventanas. Vaciar el cuarto. El viento lo atraviesa. Sólo se ve el vacío, uno se busca en todos los rincones y no se encuentra". Repito la operación y sigo leyendo: "Nuestro arte es ser deslumbrado por la verdad. En verdad no hay más que la luz proyectada sobre un rostro, que retrocede con una mueca de espanto". Cierro libros y abro libros, acaso el mismo u otro y leo: "Te has ataviado de manera ridícula para este mundo". Insisto y encuentro esta frase: "Me bastaría poder existir cerca de mí, me bastaría poder considerar el lugar donde me encuentro como otro lugar". Pero no, no pertenecen a José estas líneas. Son de otro desesperado. Kafka. Líquido propicio, el libro de José Ramírez, me llevó hasta ellas a la búsqueda de un asidero –un asidero para salir del hueco donde me abandonaba José– pero, por supuesto, no hay asidero tampoco allí, sino familiaridades tonales, existenciales porque, efectivamente, de grandes verdades está hecha la literatura y esas verdades se intercomunican a la distancia, con mayor o menor conciencia de sus autores.
Un enorme ejercicio de contención por parte de su autor, José Ramírez, nuestro implacable escéptico, ha hecho posible que el libro que tenemos entre manos no resultara profundamente desgarrador. Creo que se trata de una contención no sólo verbal, sino también, y en mucho, formal: ambos, sonido y arquitectura (arquitectura que Armando Rojas Guardia ha elogiado ampliamente) van dictando así la pauta para que la intimidad de esta poética nos llegue, si eso es posible, sin sobresalto, a la manera de una confesión en una voz muy baja que, envuelta en una aparente serenidad no nos da tiempo (ni tregua) para levantar una ceja o apretar los labios. Pero con esta constatación, hay otra, no menos sorpresiva: en este viaje que el poeta ha emprendido con la noche como única lámpara de su memoria no se evaden emociones. Que de lo oscuro irrumpa lo que ha de alumbrar la travesía echando abajo todo pudor, cualquier recato, cualquier ingenuidad, parece decirse José. Y así procede.
"...estoy cansado / de tanta limpieza y simulacro", reconoce de entrada en el poema "Sueño lúcido". En un texto sin título leemos: "...hacer, hacer, hacer / se acumulan los hechos y las palabras / pasan tantas cosas / y no sucede nada". Es su retrato de la vacuidad del vivir, ese aséptico y reseco discurrir del tiempo que en nada gratifica y poco a poco va devaluando esperanzas e ilusiones.
En el poema "Entre tapias" interroga: "...¿quién me persigue / aquel que llegando los susurros cesan / y unido a mi sombra descansar exige...?". Otra inquietante pregunta de un nuevo texto es: "¿Si giro a la izquierda / por error / y si me deslizo en el abismo / y se pierden los rostros / y no regreso?". Y aún insistirá: "¿Acaso no te tocan también las sombras / que se pegan a mi piel como la penumbra / suben a mi cuello y me asfixian?"; "Creo haber conseguido un hueco / en la invisible red de Cronos". De máscaras y transparencias se nos susurra así. Con elegancia, con sobriedad casi pánica. Y es que estamos ante una escritura desnuda, una escritura de adjetivos exactos, afilada. Una poesía cuyo esmerado canto, ahí entre el soneto y el verso libre, funge de dique a lo que el alma, es decir, la psique en su peregrinaje oscuro va descubriendo –o tramando.
La experiencia plasmada por otros grandes de la poesía le sirve a José para construir algunas variaciones sobre su propio tema. A los versos: "...tengo vivo el recuerdo / del día en que la muerte / ha de venir certera..." , agrega: "no opondré resistencia"; están también los versos homenaje y la apropiación de otro poema que se reconoce rápidamente: "...bajo el cielo perfecto de esmalte nombrado / testigo de tu viaje –acaso cómplice– / en la búsqueda insomne del utópico día / atraviesas mi pecho transparente / en el momento gélido del alba...": estas son sus metáforas sobre un acontecimiento serio, acaso el más serio de la existencia humana y, por eso mismo, presentadas con gravedad y, no cabe duda, también con ironía.
Porque acompañando esos estados del alma aparece otro elemento, digámoslo de una vez, otro recurso, otro artificio de esta poesía de José. Él escribe: "...Sobre mi hombro / jadeante te siento / suspirando con el último verso / con el que te vas haciendo / dueño de mi sombra"; él escribe: "...cada día soy alguien nuevo..."; él escribe: "necesito esa sombra que acaso eres / necesito tu mano que apenas rozo / necesito creer que me esperas / que sepas que me haces falta / que tu presencia me angustia / me aturde / me conmociona / me redime / que eres capaz de recordarme / lo que realmente soy"; él escribe: "Cierro los ojos / Tu imagen nebulosa / También los cierra".
Y así otras tantas veces encontramos este entramado de autointerpelaciones, desdoblamientos o extrañas conversaciones con alguien ausente hecho de mucha y perturbadora presencia.
Mencioné la palabra recurso. Y quizá ella descubre el juego de este lenguaje que finalmente no parece darnos seguridad alguna sobre la exacta veracidad de lo escrito y confesadamente sentido: en su mundo ficcionado, de pronto el autor nos revela que "la noche", aquella noche, aquella oscuridad o guía memoriosa "es tan sólo un simulacro" y del agua heracliteana o líquido propicio, de pronto sabemos que sólo es una metáfora, y es que el mar, el poeta lo dice así: "...el mar termina siendo siempre una metáfora...".
Maurice Blanchot apuntó: "En la soledad, Kafka se disuelve. Esta disolución hace su soledad muy peligrosa; pero, al mismo tiempo, de esta confusión puede surgir algo importante, a condición de que el lenguaje lo recoja". Y bien, en este mundo de ficciones y verdades a oscuras, de tragedia y prestidigitación, también nos da la impresión de que José se mueve sobre el filo de la navaja, pero él sabe hacer crecer césped de color escarlata, no en vano es suya la certeza de que "...la poesía pinta siempre en perspectiva" aunque impulse "a poner nuestra existencia en entredicho...". Nada menos.
© 2004. CA Editora El Nacional. Todos Los Derechos Reservados
Líquido propicio
El poeta cuyo libro comenta Teresa Casique, José Ramírez, nació en 1961. Formado en el área de las ciencias, se desempeña profesionalmente como consultor en el área de Tecnologías de la Información. Líquido propicio (Editorial Memorias de Altagracia) es su primera publicación
Teresa Casique
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Abro su diario en cualquier página y encuentro: "Continuamente oigo una voz en mi oído: `¿Cuándo llegarás, invisible sentencia?’". Voy a otra y leo: "Olvidar todo.
Abrir las ventanas. Vaciar el cuarto. El viento lo atraviesa. Sólo se ve el vacío, uno se busca en todos los rincones y no se encuentra". Repito la operación y sigo leyendo: "Nuestro arte es ser deslumbrado por la verdad. En verdad no hay más que la luz proyectada sobre un rostro, que retrocede con una mueca de espanto". Cierro libros y abro libros, acaso el mismo u otro y leo: "Te has ataviado de manera ridícula para este mundo". Insisto y encuentro esta frase: "Me bastaría poder existir cerca de mí, me bastaría poder considerar el lugar donde me encuentro como otro lugar". Pero no, no pertenecen a José estas líneas. Son de otro desesperado. Kafka. Líquido propicio, el libro de José Ramírez, me llevó hasta ellas a la búsqueda de un asidero –un asidero para salir del hueco donde me abandonaba José– pero, por supuesto, no hay asidero tampoco allí, sino familiaridades tonales, existenciales porque, efectivamente, de grandes verdades está hecha la literatura y esas verdades se intercomunican a la distancia, con mayor o menor conciencia de sus autores.
Un enorme ejercicio de contención por parte de su autor, José Ramírez, nuestro implacable escéptico, ha hecho posible que el libro que tenemos entre manos no resultara profundamente desgarrador. Creo que se trata de una contención no sólo verbal, sino también, y en mucho, formal: ambos, sonido y arquitectura (arquitectura que Armando Rojas Guardia ha elogiado ampliamente) van dictando así la pauta para que la intimidad de esta poética nos llegue, si eso es posible, sin sobresalto, a la manera de una confesión en una voz muy baja que, envuelta en una aparente serenidad no nos da tiempo (ni tregua) para levantar una ceja o apretar los labios. Pero con esta constatación, hay otra, no menos sorpresiva: en este viaje que el poeta ha emprendido con la noche como única lámpara de su memoria no se evaden emociones. Que de lo oscuro irrumpa lo que ha de alumbrar la travesía echando abajo todo pudor, cualquier recato, cualquier ingenuidad, parece decirse José. Y así procede.
"...estoy cansado / de tanta limpieza y simulacro", reconoce de entrada en el poema "Sueño lúcido". En un texto sin título leemos: "...hacer, hacer, hacer / se acumulan los hechos y las palabras / pasan tantas cosas / y no sucede nada". Es su retrato de la vacuidad del vivir, ese aséptico y reseco discurrir del tiempo que en nada gratifica y poco a poco va devaluando esperanzas e ilusiones.
En el poema "Entre tapias" interroga: "...¿quién me persigue / aquel que llegando los susurros cesan / y unido a mi sombra descansar exige...?". Otra inquietante pregunta de un nuevo texto es: "¿Si giro a la izquierda / por error / y si me deslizo en el abismo / y se pierden los rostros / y no regreso?". Y aún insistirá: "¿Acaso no te tocan también las sombras / que se pegan a mi piel como la penumbra / suben a mi cuello y me asfixian?"; "Creo haber conseguido un hueco / en la invisible red de Cronos". De máscaras y transparencias se nos susurra así. Con elegancia, con sobriedad casi pánica. Y es que estamos ante una escritura desnuda, una escritura de adjetivos exactos, afilada. Una poesía cuyo esmerado canto, ahí entre el soneto y el verso libre, funge de dique a lo que el alma, es decir, la psique en su peregrinaje oscuro va descubriendo –o tramando.
La experiencia plasmada por otros grandes de la poesía le sirve a José para construir algunas variaciones sobre su propio tema. A los versos: "...tengo vivo el recuerdo / del día en que la muerte / ha de venir certera..." , agrega: "no opondré resistencia"; están también los versos homenaje y la apropiación de otro poema que se reconoce rápidamente: "...bajo el cielo perfecto de esmalte nombrado / testigo de tu viaje –acaso cómplice– / en la búsqueda insomne del utópico día / atraviesas mi pecho transparente / en el momento gélido del alba...": estas son sus metáforas sobre un acontecimiento serio, acaso el más serio de la existencia humana y, por eso mismo, presentadas con gravedad y, no cabe duda, también con ironía.
Porque acompañando esos estados del alma aparece otro elemento, digámoslo de una vez, otro recurso, otro artificio de esta poesía de José. Él escribe: "...Sobre mi hombro / jadeante te siento / suspirando con el último verso / con el que te vas haciendo / dueño de mi sombra"; él escribe: "...cada día soy alguien nuevo..."; él escribe: "necesito esa sombra que acaso eres / necesito tu mano que apenas rozo / necesito creer que me esperas / que sepas que me haces falta / que tu presencia me angustia / me aturde / me conmociona / me redime / que eres capaz de recordarme / lo que realmente soy"; él escribe: "Cierro los ojos / Tu imagen nebulosa / También los cierra".
Y así otras tantas veces encontramos este entramado de autointerpelaciones, desdoblamientos o extrañas conversaciones con alguien ausente hecho de mucha y perturbadora presencia.
Mencioné la palabra recurso. Y quizá ella descubre el juego de este lenguaje que finalmente no parece darnos seguridad alguna sobre la exacta veracidad de lo escrito y confesadamente sentido: en su mundo ficcionado, de pronto el autor nos revela que "la noche", aquella noche, aquella oscuridad o guía memoriosa "es tan sólo un simulacro" y del agua heracliteana o líquido propicio, de pronto sabemos que sólo es una metáfora, y es que el mar, el poeta lo dice así: "...el mar termina siendo siempre una metáfora...".
Maurice Blanchot apuntó: "En la soledad, Kafka se disuelve. Esta disolución hace su soledad muy peligrosa; pero, al mismo tiempo, de esta confusión puede surgir algo importante, a condición de que el lenguaje lo recoja". Y bien, en este mundo de ficciones y verdades a oscuras, de tragedia y prestidigitación, también nos da la impresión de que José se mueve sobre el filo de la navaja, pero él sabe hacer crecer césped de color escarlata, no en vano es suya la certeza de que "...la poesía pinta siempre en perspectiva" aunque impulse "a poner nuestra existencia en entredicho...". Nada menos.
© 2004. CA Editora El Nacional. Todos Los Derechos Reservados
viernes, diciembre 15, 2006
A propósito de El Dinosauro
Sé que todo esto atenta contra la razón más elemental, mi profesora de tercer grado nos lo explicó claramente: no existen evidencias concluyentes que determinen con exactitud la causa de la desaparición de los dinosauros, pudo haber sido un meteorito, un cambio radical en el patrón climático del planeta, bacterias extraterrestres y un número considerable de otras hipótesis, algunas bien extravagantes.
Pero las causas de la desaparición de los dinosauros están lejos de ser mi mayor preocupación, de hecho no me preocupa en lo absoluto, considerando que dicha desaparición está en entredicho, al menos para mí.
Voy por el tercer Gatorade, ya me tomé dos atamel, café sin azucar, me revisé concienzudamente en el espejo del baño: ojos, lengua. Mis reflejos responden normalmente, respiro profundamente y vuelvo a la sala, lentamente.
Recorro el pasillo de los cuartos, todo parece estar en su lugar, los cuadros lucen como de costumbre, al igual que hace 15 minutos; me detengo en la esquina que da a la sala y ya veo el reflejo que viene del ventanal que da al jardín; doy un paso: "el dinosaurio todavía está allí"
Ya dio cuenta de los rosales y la grama y mastica con parsimonia los girasoles. Levanta levemente la cabeza, me observa con el desinterés propio de las vacas cuando pastan. Pero no es una vaca, esa era mi esperanza, que el vino de anoche mezclado con mi presbicia creciente estuvieran jugándome una mala pasada. No es que resulte normal que una vaca esté pastando en mi jardín, pero…
Suena el intercomunicador, debe ser la sociedad protectora de animales, les dije que tenía en mi jardín un cuadrúpedo desconocido, espero, por mi salud, que esto sea para ellos un evento rutinario.
Pero las causas de la desaparición de los dinosauros están lejos de ser mi mayor preocupación, de hecho no me preocupa en lo absoluto, considerando que dicha desaparición está en entredicho, al menos para mí.
Voy por el tercer Gatorade, ya me tomé dos atamel, café sin azucar, me revisé concienzudamente en el espejo del baño: ojos, lengua. Mis reflejos responden normalmente, respiro profundamente y vuelvo a la sala, lentamente.
Recorro el pasillo de los cuartos, todo parece estar en su lugar, los cuadros lucen como de costumbre, al igual que hace 15 minutos; me detengo en la esquina que da a la sala y ya veo el reflejo que viene del ventanal que da al jardín; doy un paso: "el dinosaurio todavía está allí"
Ya dio cuenta de los rosales y la grama y mastica con parsimonia los girasoles. Levanta levemente la cabeza, me observa con el desinterés propio de las vacas cuando pastan. Pero no es una vaca, esa era mi esperanza, que el vino de anoche mezclado con mi presbicia creciente estuvieran jugándome una mala pasada. No es que resulte normal que una vaca esté pastando en mi jardín, pero…
Suena el intercomunicador, debe ser la sociedad protectora de animales, les dije que tenía en mi jardín un cuadrúpedo desconocido, espero, por mi salud, que esto sea para ellos un evento rutinario.
jueves, diciembre 07, 2006
Cuando nos enfrentamos a una página en blanco nos enfrentamos a las decisiones ¿Qué hacer? ¿Qué escribir? ¿Hacia dónde llevar la historia? A veces tenemos que enfrentar la vida como un fluir de acontecimientos que nos penetran y transforman; acontecimientos que son materia prima para construir nuestro mundo, y sobre ellos, nuestras decisiones. Y como viejos personajes románticos a veces tomamos decisiones que no tienen explicación, que precisamente por no tener explicación se convierten en compromisos.
Se me ocurre ahora la imagen de un escalador que decide subir una montaña gigantesca aún sabiendo que es imposible llegar a la cima. La llegada en sí pierde sentido, es la acción de lucha sin destino cierto lo que alienta su acción, simplemente subir hasta que se extingan sus fuerza y luego seguir subiendo hasta caer definitivamente. ¿Por qué hace algo que no tenía necesidad de hacer? ¿Por qué emprender una lucha totalmente inútil? Precisamente por eso, porque no tiene sentido. Porque no existe la noción de necesidad, porque aunque tiene la opción de no hacerlo lo hace, por el compromiso con algo totalmente arbitrario pero que representa una decisión de vida aunque no tenga sentido para los demás. Es el propio compromiso lo que nos hace vivir.
Vivir sin un sentido es vivir alejado de lo necesario, vivir sin dar explicaciones porque no hay explicación posible. Es asumir destinos absurdos y luchas implacables aun cuando todo parece perdido. Asumir sin necesidad la escritura de una novela gigante... o quizás breve pero intensa; decidir hacerlo todo o no hacer nada; estudiar y trabajar o vagar hasta morir. No vinimos a este mundo para cumplir destino alguno, no estamos destinados a nada ni existe ningún ente trascendente que nos ilumine el camino. No somos nada hasta que decidimos ser algo, aunque parezca inalcanzable, como lanzarnos a cruzar un desierto sabiendo que nunca vamos a poder cruzarlo. Este tipo de decisiones me hacen sentir humano porque siento que conectan con el sentido trágico e irracional de una existencia sin más propósito que aquel fijado por nuestros propios deseos.
Somos una página en blanco. Somos también dueños de un lenguaje. Vivir es escribirnos, hacer de nuestra existencia un discurso, y de cada quien depende la decisión de escoger entre el silencio o las palabras.
Se me ocurre ahora la imagen de un escalador que decide subir una montaña gigantesca aún sabiendo que es imposible llegar a la cima. La llegada en sí pierde sentido, es la acción de lucha sin destino cierto lo que alienta su acción, simplemente subir hasta que se extingan sus fuerza y luego seguir subiendo hasta caer definitivamente. ¿Por qué hace algo que no tenía necesidad de hacer? ¿Por qué emprender una lucha totalmente inútil? Precisamente por eso, porque no tiene sentido. Porque no existe la noción de necesidad, porque aunque tiene la opción de no hacerlo lo hace, por el compromiso con algo totalmente arbitrario pero que representa una decisión de vida aunque no tenga sentido para los demás. Es el propio compromiso lo que nos hace vivir.
Vivir sin un sentido es vivir alejado de lo necesario, vivir sin dar explicaciones porque no hay explicación posible. Es asumir destinos absurdos y luchas implacables aun cuando todo parece perdido. Asumir sin necesidad la escritura de una novela gigante... o quizás breve pero intensa; decidir hacerlo todo o no hacer nada; estudiar y trabajar o vagar hasta morir. No vinimos a este mundo para cumplir destino alguno, no estamos destinados a nada ni existe ningún ente trascendente que nos ilumine el camino. No somos nada hasta que decidimos ser algo, aunque parezca inalcanzable, como lanzarnos a cruzar un desierto sabiendo que nunca vamos a poder cruzarlo. Este tipo de decisiones me hacen sentir humano porque siento que conectan con el sentido trágico e irracional de una existencia sin más propósito que aquel fijado por nuestros propios deseos.
Somos una página en blanco. Somos también dueños de un lenguaje. Vivir es escribirnos, hacer de nuestra existencia un discurso, y de cada quien depende la decisión de escoger entre el silencio o las palabras.
post 3d
Muchachas, muchachos, después de los visto, hay que reconocer que la jugada le salió redonda al gobierno. Salió legitimado, se legitimó el CNE y por lo ocurrido la oposicición light, “responsables”, apabulló a los radicales. Leí con mucho sentimiento el mensaje de Krina y el silencio autoimpuesto por Beatriz. Uno de los analistas dice que el proceso venezolano es un molino que aplasta a todos los contrarios al Yo el supremo y la verdad no creo que Rosales escape a esto, dado los signos raros que pudimos ver en las elecciones (reconocimiento adelantado, entrada en el escena de Teodoro con su discurso “sensato” `las auditorias tardan horas´ y el obvio nerviosismo del general Wilfredo Silva en TV). Que estamos derrotados porque perdimos el voto y sabemos lo que viene, bueno, y yo me pregunto ¿cómo se pueden sentir los familiares de Keila, de la señora Ron, del profesor Giraud, de los muertos del 11 de abril? ¿Qué esperanza pueden tener de justicia? Un amigo que echa las cartas me advierte que los procesos karmáticos (y este los es, dice) son largos. Yo creo que la frustración llegará en las filas de quienes apoyan el “proceso”, más si se dan los pronósticos de un desastre económico en los próximos años. Pero será tarde porque también creo que se instauró un sistema electoral indestructible para el gobierno, donde algunos perciben que hay irregularidades pero no pueden demostrarlas y que será difícil desmontarlo. Entonces ¿tiramos la toalla o nos preparamos para resistir? Para nuestro reducido mundo, parte de esa lucha será dedicarle más tiempo a nuestra labor literaria, a incrementar nuestros contactos, a crear, mantener la mente fresca (se los dice alquien que tiene que escuchar cada aló y cadena). Entonces pregunto ¿estamos vencidos y seguiremos vencidos? La frase de Wilde, citada por José, la complemento con la de Eistein (¿no?): Hay dos cosas que infinitas: el universo y la estupidez humana, o algo por el estilo. Saludos, Néstor
domingo, diciembre 03, 2006
De 3D a 2D
Desde hace varios años mantengo un pacto tácito con mis compañeros del bachillerato. A pesar de que nos mudemos de ciudad, mantenemos el mismo centro de votación, nuestro colegio. La razón es simple, cada 6 años (o 3 años, o 4 años, depende) nos vemos de nuevo en las colas, allí en el mismo lugar en el que compartimos los que fueron, quién lo duda, los mejores años de la vida.
Hoy no fue una excepción y la alegría de ver ojos amigos, tan jóvenes como siempre, a pesar de las canas, los kilitos extra y las arruguitas, me acompañará por un tiempo.
Bajo el sol benigno pude ser testigo, una vez más, de nuestra enorme diversidad, ya no de mis amigos, sino de todos y de nuestra tendencia, sintomática, de aferrarnos a las abstracciones y movernos en el terreno de lo ambiguo.
En la cola, amenizada por un DJ que mezclaba magistralmente (¡!) Reggeaton, Salsa, Gaitas y hasta los Bee Gees, competían Sudoku y Paulo Coelho, de vez en cuando se paseaban promotoras de cremas adelgazantes, comentarios, cifras, "datos confirmados" y recomendaciones precisas, casi rituales, para garantizar el voto. Desde el micrófono del DJ, cada tanto, uno de los voluntarios de franela blanca interrumpía la música con frases que llamaban al aplauso: "Vamos muy bien", "Los quiero ver a las 4 para la auditoría", "Ojo pelao con su voto".
Yo llevaba conmigo un libro de relatos de Oscar Wilde, mi elección se basó en la posición que ocupaba el libro en la pila de lectura breve. En retrospectiva lo veo tan apropiado para la ocasión. La cola me alcanzó para re-leer El crimen de Lord Arthur Savile y El ruiseñor y la rosa, además del soberbio prólogo de Jorge Luis Borges que corona esa maravillosa edición de Siruela.Historias fantásticas, salpicadas de ese cinismo de Wilde, esa culta banalidad con la que lo salpica todo. Acaso era una preparación para el tono con el cual hay que tomarse lo que ha resultado de este 3D, este achatamiento de la perspectiva que nos quita una dimensión, que acorta el alcance de la vista, que pone todo en el presente, nos devuelve, al menos a mi, al terreno del papel, al 2D.
Pienso en mis amigos y familiares regados por el mundo, pienso en una forma racional, robusta, de explicar lo que aquí aconteció y no encuentro mejor frase que la de Wilde "El mundo es un inmenso escenario, pero la obra está muy mal distribuida".
Hoy no fue una excepción y la alegría de ver ojos amigos, tan jóvenes como siempre, a pesar de las canas, los kilitos extra y las arruguitas, me acompañará por un tiempo.
Bajo el sol benigno pude ser testigo, una vez más, de nuestra enorme diversidad, ya no de mis amigos, sino de todos y de nuestra tendencia, sintomática, de aferrarnos a las abstracciones y movernos en el terreno de lo ambiguo.
En la cola, amenizada por un DJ que mezclaba magistralmente (¡!) Reggeaton, Salsa, Gaitas y hasta los Bee Gees, competían Sudoku y Paulo Coelho, de vez en cuando se paseaban promotoras de cremas adelgazantes, comentarios, cifras, "datos confirmados" y recomendaciones precisas, casi rituales, para garantizar el voto. Desde el micrófono del DJ, cada tanto, uno de los voluntarios de franela blanca interrumpía la música con frases que llamaban al aplauso: "Vamos muy bien", "Los quiero ver a las 4 para la auditoría", "Ojo pelao con su voto".
Yo llevaba conmigo un libro de relatos de Oscar Wilde, mi elección se basó en la posición que ocupaba el libro en la pila de lectura breve. En retrospectiva lo veo tan apropiado para la ocasión. La cola me alcanzó para re-leer El crimen de Lord Arthur Savile y El ruiseñor y la rosa, además del soberbio prólogo de Jorge Luis Borges que corona esa maravillosa edición de Siruela.Historias fantásticas, salpicadas de ese cinismo de Wilde, esa culta banalidad con la que lo salpica todo. Acaso era una preparación para el tono con el cual hay que tomarse lo que ha resultado de este 3D, este achatamiento de la perspectiva que nos quita una dimensión, que acorta el alcance de la vista, que pone todo en el presente, nos devuelve, al menos a mi, al terreno del papel, al 2D.
Pienso en mis amigos y familiares regados por el mundo, pienso en una forma racional, robusta, de explicar lo que aquí aconteció y no encuentro mejor frase que la de Wilde "El mundo es un inmenso escenario, pero la obra está muy mal distribuida".
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