lunes, agosto 24, 2009

Siguen las noches de poesía en Chacao

Siguen las noches de poesía en Chacao

12:48 PM Caracas.- En el marco del ciclo "Noche de Poesía. Para celebrar a los maestros del asombro", se ofrecerá un homenaje a los poetas Lucila Velásquez y Miguel Ramón Utrera, este viernes 28 de agosto a las 7:30 p.m. en el Centro Cultural Chacao de El Rosal, bajo la organización de María Teresa Ogliastri y Alexis Romero.

El encuentro contará con la intervención de los poetas Moisés Jurado, Beatriz Calcaño Eizaga, Alida Ribbi, y Belkys Arredondo, quienes estarán moderados por Alexis Romero.

Destacada poeta, periodista, crítico de arte y diplomática de profesión, Lucila Velásquez estuvo vinculada a la generación literaria de 1948, conocida como "Contrapunto", y actualmente es miembro fundadora del Círculo de Escritores de Venezuela.

Nacida en 1928 en San Fernando de Apure, Lucila Velásquez es la autora por concurso, de la letra del Himno de la Universidad de Oriente (UDO), además de una vasta obra que incluye títulos como: Color de tu Recuerdo (1949), Amada Tierra (Premio Municipal de Poesía, 1951), En un Pequeño Cielo (1960), A la Altura del Aroma (1963), Tarde o Temprano (Accésit al Premio Nacional de Literatura,1964), Indagación del Día (1969), Claros Enigmas (1972), Acantilada en el Tiempo (1982), El Árbol de Chernobyl (1989), Algo que transparece (1991), La Rosa Cuántica (1992), El tiempo Irreversible (1995), La singularidad Endecasílaba (1995), La Próxima Textura (1997), y Se Hace la Luz (1999), entre otros.

Por su parte, Miguel Ramón Utrera fue una de las voces más elevadas de la literatura venezolana, y combinó en su trabajo diario las artes del periodismo, la docencia y la investigación histórica.

Nacido en 1908 en San Sebastián de los Reyes y fallecido en 1993, este gran poeta formó a varias generaciones de aragüeños. Entre sus obras figuran: "Elegía Serrana", "Nocturnal", "Rescoldo", "Calendario de ausencia", "Oficio de verano", "La voz recobrada", "Testigos del alba", "La huella invisible", "Aquella aldea", "Aires de la vida", "Memoria de la espiga", y "Edades de la flor". En 1981 le fue otorgado el Premio Nacional de Literatura, el cual rechazó por no querer recibir dinero como reconocimiento a su obra literaria.

El público tendrá la oportunidad de aproximarse a la obra de estos destacados autores venezolanos, el viernes 28 de agosto a las 7:30 p.m., en el Centro Cultural Chacao, ubicado en la Avenida Tamanaco de El Rosal. La entrada es libre.

Venticuatro Agosto, 2009

En mi curioso ayer prevalecía
la superstición de que entre cada
tarde y cada mañana ocurren
hechos que es una vergüenza ignorar

Jorge Luis Borges



Anoche terminé el libro que leía desde hace una semana, cerré la tapa con solemnidad y repasé mentalmente algún pasaje que quería llevarme, mientras caminaba al improvisado estante de la mesita de noche a buscar el siguiente. Aquí en la playa tengo una selección caótica de libros que, me gusta creerlo, han decidido quedarse.

La mano recorrió poco hasta detenerse en "Venticinco Agosto 1983 y otros cuentos" una bella edición de lecturas fantásticas que publicó Siruela en homenaje a Borges.

Leí "Venticinco de Agosto, 1983" en la terraza y nunca una lectura había sido tan perturbadora. Parecía acaso un sueño que se sumaba a los dos sueños de Borges, pero no había razón inicial para el asombro ya que "nada es raro en los sueños". Recordé a Hanni Ossott y a Guillermo Sucre, quise "recordar" a Borges, al más joven que soñaba al más viejo que lo soñaba, y robarle la pregunta central, la única pregunta que cabe en el sueño, "¿no vas a revelarme nada sobre los años que me faltan?".

Los ojos al final se nublaron, las luces se hicieron insoportables y me quedé tumbado en la hamaca, a oscuras, buscando en las estrellas una explicación, o acaso otra pregunta, mientras una estrella fugaz forzaba un parpadeo.

jueves, agosto 06, 2009

Para muestra un episodio

Hola a todos. Como habíamos conversado en nuestro agradable desayuno, les coloco acá el primer "episodio" de la novela que espero terminar muy pronto. Originalmente la había llamado "Esclavos" pero de un tiempo para acá me inclino más por "La feria de los inestables".

Un gran abrazo a todos,

Ahora

No lo pensó así aquel momento, pero la manera desesperada en la que corría, empapada por la lluvia y mirando hacia atrás a cada segundo, le parecería, muchos años más tarde, una huída como de película.
Pero no ahora, no en el mismo momento de la huida. En ese momento era una carrera al borde del barranco de la locura. Ahora era el miedo. Ahora era el ya basta que tuvo que llegar en una noche lluviosa. Ahora era el ahora o nunca de un escape irracional que nunca antes le había pasado por la cabeza. El ahora que nunca ocurre en la mente sino directamente en el cuerpo, como si éste se tratara de una máquina programada sólo para huir.

Esa tarde había caído con una luz particular, Clarisa se había percatado de ello y supuso que era una especie de señal, de ésas que aparecen para decirte que ya todo ha cambiado. El apartamento, quizás producto de esa misma luz, aunque no estaba del todo segura, le parecía más chico y sentía que las paredes se le encimaban y los muebles la acosaban para aplastarla. Corrió de un lado a otro tratando de agotar su pensamiento, de liberar rabia y angustia para caer exhausta en medio de la sala. Estaba sola y eso no duraría mucho. Feliciano, en los últimos meses, no la dejaba sola mucho rato. ¿Seguirá allí el juego de llaves? ¿No había usado ningún otro sistema de seguridad? ¿Habría sido él tan descuidado?
Clarisa había aprendido a mantenerse calmada, observar y recordar cada pequeño movimiento que Feliciano hacía y pudo así darse cuenta del descuido de ese día, y no sólo ese día, últimamente Feliciano estaba cometiendo errores impensables. Uno de ellos, quizás el peor de todos, era no percibir que ella estaba observándolo todo el tiempo. Esa tarde Feliciano no había guardado las copias de las llaves de la casa en la caja fuerte de su cuarto sino en un cajón de la cocina. Clarisa, de sólo imaginarse que podía escapar, tuvo una sensación de vértigo que casi la hace vomitar ¿Y si me lo encuentro en la mitad de las escaleras? ¿Y si es una trampa? Posibilidades, infinitas posibilidades, tantas que si las consideraba todas indudablemente llegaría Feliciano y ella estaría todavía tirada en medio de la sala sin haber movido un dedo. No quiso pensar más, no le salía pensar más. Se levantó del piso y caminó hasta la cocina. Buscó en la caja que estaba colocada al fondo del último gabinete ¿será que nunca pensó que yo podría saber dónde había guardado estas llaves? Feliciano tiene demasiada fe en el miedo. La sensación de vértigo y náusea no la abandonaron, pero aún así pudo abrir la puerta. Tan fácil, todo estaba resultando tan fácil que dudó si esta huida no sería mas que una puesta en escena, una trampa. Clarisa decidió arriesgarlo todo y, sin dar más vueltas, salió del apartamento, del edificio, de la calle y empezó a correr, en medio de la lluvia, para llegar a un destino intangible que ella llamaría para siempre olvido.
Clarisa quería sacudirse el miedo a toda carrera, pero por más que intentara pensar para olvidar, su mente era un aturdimiento de ruidos, imágenes con interferencia y palabras distorsionadas, había perdido toda capacidad de ordenar ideas. El ahora seguía siendo una amenaza. El ahora le estremecía el cuerpo como un martillazo de realidad que le impedía olvidarse de su pasado, pero a la vez le aturdía el presente y le confundía el pensamiento. Cruzaba una calle, pero no completamente; iba en línea recta, pero sólo por unos segundos. Su mente no se ocupaba de otra cosa que no fuera alejarse lo más rápido posible del apartamento de Feliciano. Qué camino seguir, dónde cruzar, correr sobre la acera o sobre el asfalto, ir en línea recta o zigzaguear, eso no era un asunto de importancia, al menos su cerebro no se ocupaba de eso, sólo se ocupaba de alejarse.
¿Qué tan lejos estaré del apartamento? ¿Hasta dónde habré llegado? ¿Hasta dónde me trajo el miedo? Estaba segura de que eso era lo que la había hecho correr, el miedo. El miedo a la abyección y al silencio; al encierro y a la eterna oscuridad de la costumbre. Así se le iría su vida si no escapaba, bajando la cabeza y aceptando que debía plegarse a las palabras de Feliciano por miedo a que se cumplieran unas amenazas que cada vez parecían más absurdas. Pero ya no pienses en eso Clarisa, estás lo suficientemente lejos. No sabía exactamente dónde, pero sentía que estaba en otra ciudad, sentía que había corrido semanas enteras, todo un año, toda la vida.
Ya no llovía con la misma intensidad, sólo caían unas pocas gotas, una llovizna muy ligera. Clarisa se apoyó en una pared y se deslizó hasta sentarse en la acera. Vio cómo todo brillaba con ese brillo especial que queda después de la lluvia. La calle, los árboles, los carros estacionados, ella misma reflejaba con más intensidad la luz de los postes. Todo se veía tan extraño, tan fantasmal, tan irreal. Parecía mentira lo que veía. ¿Es cierto? Se estremeció, tuvo miedo de estar viviendo una fantasía, de estar contemplando una mentira. Tenía miedo de cerrar los ojos y abrirlos de nuevo en la sala del apartamento de Feliciano, eso la pondría al borde de la locura. A veces el mundo se presenta como un escenario tan perfectamente construido que te dices a ti mismo “esto no puede ser” ¿Es que acaso no hay nada ni nadie que puedan conectarme con la realidad? Si tan solo pasara un perro callejero yo me convencería de que esto es real y no una especie de set cinematográfico. La calle estaba completamente sola, el parque que estaba enfrente parecía abandonado, ninguno de los edificios ni casas cercanas tenían las luces encendidas, parecía que la ciudad toda estuviera abandonada.
El asfalto reflejaba las luces de los faroles, una leve brisa movía las ramas de los árboles, no demasiado, sólo lo necesario para mecerse a intervalos regulares, como si hubiera unos hombres escondidos con unas cuerdas amarradas a las ramas y las movieran cuidadosamente. Nada de pasos, nada de carros. Y el cielo poco a poco se despejaba dejando ver la luna como pintada sobre una tela. Clarisa cerró los ojos, tuvo que hacerlo, sentía ese momento demasiado artificial, no podía soportarlo y si aún se encontraba en la sala del apartamento debía saberlo de una vez. Pero aún con los ojos cerrados sintió la brisa fría de la noche. No voy a abrir los ojos todavía, la brisa puede ser un engaño de los sentidos. ¿Los pasos también? Esos pasos que comenzó a escuchar y que venían del extremo izquierdo de la calle. Pasos de alguien que caminaba muy lentamente pero de manera disciplinada, sin detenerse, sin variar el ritmo. Cerca, cada vez más cerca, insoportablemente cerca. De nuevo el miedo la hizo reaccionar, fue lo único que la hizo abrir los ojos y darse cuenta de que estaba en la misma calle, que estaba completamente empapada y que unos brazos la sostenían.

domingo, agosto 02, 2009

Taparenses reunidos




De nuevo una parte del grupo de taparenses pudimos reunirnos para desayunar, con la excelente excusa de ver a Camilo quien anda por estos convulsionados lares. Krina, Humberto, Camilo y yo (Beatriz)nos entretuvimos un buen rato conversando (adivinen sobre qué)libros!, recomendaciones de lecturas, proyectos, familia. Hemos batido récord este año en vernos, y siempre pensando que ojalá nos veamos todos los taparenses completos, es decir, Leito, José, Néstor, Juan Carlos y Vicente. Ah, se me olvidaba, salió la idea de crear algo así como un "writers watchers" para esto de ponernos "deadlines" y estimular a las musas. También prometimos alimentar un poco más al blog.
Bueno, aqui les van unas fotos como reportaje gráfico de nuestro agradable encuentro.