lunes, marzo 16, 2009

Chicos queridos, hace tiempo que no entré en este blog, por varias razones que me mantenían apartada. El texto que sigue es la presentación que hice en el Grupo Visión del libro de cuentos de Silda Cordoliani, En lugar del corazón, que ya recomendé una vez en este mismo espacio.

Bueno, es también la primera vez que reseño algo en serio. Espero les guste.



SILDA CORDOLIANI: EN LUGAR DEL CORAZÓN


Es un gran placer para mí presentar En lugar del corazón, porque lo considero un poco como un descubrimiento personal. Con este libro me pasó algo raro: apenas lo vi, el libro, literalmente, me llamó. A veces algo así nos pasa a todos, aunque, por regla general, ocurre cuando conocemos al autor y le otorgamos el crédito suficiente como para comprar compulsivamente cada libro que publique. Pero yo había conocido a Silda como editora de Ediciones B y no tenía la menor idea de que fuera escritora y, mucho menos, una escritora de ese nivel de belleza y excelencia narrativa. La atracción por comprar un libro ocurre también, a veces, porque a uno le llama la atención el título o la imagen de la portada - ¿quién sabe? En este caso leí la contraportada de José Balza, abrí una página cualquiera y lo compré inmediatamente con una insólita seguridad de placer que no ha sido defraudada en ningún momento.
Al encontrarme frente a la tarea de presentar el libro reitero que esos relatos siguen formando para mí un conjunto realmente extraordinario. Cuentan, además, con un prólogo muy acertado y completo de ese gran escritor venezolano que es José Balza , de modo que opinar sobre la narrativa de Silda sin caer en una simple repetición de sus palabras no es tarea fácil. Sólo puedo pretender exponer mi vivencia personal de esa lectura, amparada en la autoridad que tiene cada lector (quien, como el consumidor o, en mi profesión, el cliente, siempre tiene la razón). Voy a tratar entonces de ordenar en palabras qué es lo que me gusta tanto de ese libro y por qué siento tanta afinidad con él.
José Balza destaca dos cosas importantes de la narrativa de Silada: dice que ella sólo se permite escribir relatos persistentes y que su prosa va despertando historias y sensaciones muy bien tramadas en su intensa resonancia. (así termina el prólogo). La persistencia y la resonancia son sin duda dos de mis palabras preferidas cuando de literatura se trata. A veces pienso que son una sola palabra.
La resonancia tiene que ver, por supuesto, con la narrativa. Con la calidad de la narrativa y con el misterio de la narrativa, me atrevo a decir. La lectora que soy es exigente: no se da por satisfecha con que le cuenten una buena historia, ni siquiera con que le cuenten una buena historia bien contada. Para crear esa intensa resonancia que genera la comunión con la materia leída, la ficción (esto no aplica a la crónica, biografía, reportaje ni al ensayo didáctico) la narrativa de ficción, insisto, tiene que hacer algo más que mostrar, dar cuenta de la realidad, denunciarla o explicarla: esa realidad, tiene que craquearla — y estoy usando intencionalmente ese término que evoca la física nuclear y el ámbito de los hackers— tiene que craquear sus capas superficiales y sus protecciones, craquear sus átomos para alcanzar o, al menos, permitir el vislumbre de otro nivel que está por debajo o por encima de ella, un nivel oculto, pero reconocible apenas se devele. Sólo entonces realmente nos toca. Y esto sólo se logra, a veces, por los recursos propios de la narrativa: por el orden o el desorden de los eventos en el tiempo, por el uso de las voces, por la magia del símil y de la metáfora, y por esa sutil inversión de prioridades que el relato concede de pronto a los detalles que no parecen necesarios para el desarrollo de la trama –por esa magia en fin, que es personal y nunca totalmente explicable. Este procedimiento de craquear la realidad se manifiesta de modo más evidente en unos cuentos que en otros. El ejemplo más notable lo encontré en otro libro de Silda, La mujer por la ventana, en el cuento que se llama Adiós, en que una mujer asiste al entierro de su padre y no se nos cuenta nada de su vida ni de la relación con ese padre pero, en ese otro nivel, se nos transmite todo. En el conjunto que nos ocupa, sería el cuento Océano donde la vida entera de una pareja, la comprensión y la incomprensión, las barreras entre las conciencias, el amor y su desgaste, todo cabe en un momento cualquiera de un viaje.
La resonancia tiene que ver con incluir lo no-vivido dentro de lo vivido.
En el caso de En lugar del corazón es evidente que lo vivido incluye también los sueños: el universo de lo soñado se ensancha en la segunda parte del libro hasta tocar los remotos confines míticos de nuestra civilización: la guerra, los dioses, la prostitución sagrada, la transmisión del saber. José Balza menciona con toda razón una larga tradición literaria que está detrás de Silda. A mí me viene a la mente un libro más, que de hecho salió en la misma colección y lo hemos presentado aquí hace cuatro años: Al filo de la vida de Antonieta Madrid. Aunque sus cuentos sean mucho más cortos y condensados, presentan sin embargo la misma característica de fronteras inciertas entre lo vivido, lo recordado y lo soñado. También en los cuentos de Silda la realidad adquiere a menudo la cualidad difuminada de un sueño mientras los sueños se materializan dentro de la experiencia vivida con la nitidez de una pesadilla.
Pero lo no-vivido se cuela también en los relatos de vigilia y actuales, como una dimensión oculta dentro de los eventos narrados: Veamos este párrafo :

Es usted insoportable, ¿ se lo han dicho?
Sí, Oscar Valdez, me lo han dicho muchas veces, pero nadie como tú, con esa mirada de lobo lascivo y miope extraviado en la nieve, con esos labios untuosos que podrían tal vez calmar algo en mi desasosiego, con esas fisuras talladas en la aún tierna piel de tus mejillas y que en este momento daría la vida por palpar, con esos dedos largos y seguros que se aproximan a mi mano justo en el instante en que voy a tomar de nuevo el asa de la jarra y que aparto asustada para buscar no sé qué cosa en mi cartera, el pañuelo, sí, el pañuelo, no para atrapar un estornudo, más bien, lo mejor, para acercarlo a mis ojos escondidos tras los cristales oscuros
(p.48)
Dentro de la trama del cuento, en esa corta escena, como en muchas otras, aletea lo posible que no ocurrirá. La narrativa de Silda me trae a la mente una de las afirmaciones más hermosas sobre literatura que conozco, y que pertenece a Javier Marías:
Las personas tal vez consistimos, en suma, tanto en lo que somos como en lo que no hemos sido, tanto en lo comprobable y cuantificable y recordable como en lo más incierto, indeciso y difuminado, quizá estamos hechos en igual medida de lo que fue y de lo que pudo ser.
(Discurso pronunciado en Caracas, 1995, durante la ceremonia de entrega del Premio Rómulo Gallegos por la novela Mañana en la batalla piensa en mí. )

En muchos cuentos de En lugar del corazón esa dimensión oculta deriva en atmósfera de misterio, de un suceso a veces imaginario, a veces real y oculto, que de alguna manera contamina las vidas.
Un secreto dentro de un secreto dentro de un secreto, (dice la protagonista del primer cuento). Todos secretos sin sentido, al fin de cuentas.

La resonancia y la persistencia son fenómenos unidos.
La persistencia tiene que ver con el papel del contexto referencial en la narrativa. Ese contexto —político, geográfico, temporal y local —está presente y, aunque a veces situado con apenas pinceladas, perfectamente reconocible, en Caracas, en el oriente, pero nunca se impone como tema de esos relatos que se sitúan en él, pero lo traspasan para llegar a resonancias más universales. Los relatos de Silda son efectivamente persistentes, porque enfocan los efectos síquicos más que las causas y los eventos que los desencadenan. Porque detrás de cada argumento, detrás de cada anécdota late una intensidad de experiencia humana que sobrepasa el contexto de la historia contada.

Son relatos persistentes porque tratan de lo que persiste por debajo de la piel de los protagonistas y por debajo de la piel de los días y del tiempo. Y reconozco esa sutil convicción de la autora de que lo único que merece la pena ser narrado es lo que persiste.

A esas dos características destacadas por José Balza, me gustaría añadir otra más (con la que me identifico totalmente): la búsqueda de la continuidad, del hilo conductor que de alguna manera frene el derroche de la vida en episodios dispersos e impida que el tiempo se escurra sin dejar huella.
Esa característica se manifiesta en la predilección de Silda por escribir relatos largos, y no lo digo solamente en el sentido de la cantidad de páginas, sino en que abarcan largos tramos temporales — incluso vidas enteras— buscando siempre un hilo de coherencia, tenue, oculto, que se ilumina de pronto con la linterna narrativa, para lograr esa sensación proustiana de azar, contingencia, arbitrariedad, abolidas de repente, la biografía de repente “atrapada” en la red de una estructura y la cohesión de un sentido. (Genette G. Figuras III).

Dice Silda que las historias vividas —no todas, supongo, algunas de ellas, el misterio está en ¿cuáles?— se detienen cual presente inalterable y eterno en algún espacio que no podemos percibir y ni siquiera imaginar; lo dice en el cuento Del corazón todavía que termina con una mirada, una mirada mansa color verde oliva, ¿o violeta?, ocupándolo todo; una mirada que creí sólo existía en mi memoria o imaginación, y que en este instante, detenida sobre el rostro rehecho de la que hoy soy, tiene el poder de certificar mi vida.

Por último, creo que sobra destacar que se trata de una narrativa marcadamente femenina. Yo creo que sí, hay literatura femenina. Para no entrar en el océano de material académico acerca de la literatura del género, sólo mencionaré que las características que destaca José Balza, la persistencia y la resonancia interna, son prueba de ello. La búsqueda de continuidades, también. Sin hablar de que la experiencia del mundo en estos relatos, fuera de algunos fragmentos, se narra siempre desde la psique femenina.
Y que, sin buscar más lejos, las mujeres, en su relación con otras mujeres, rivales y aliadas, son casi siempre las protagonistas y el tema del relato.

DE LOS TEMAS, O: ¿SOBRE QUÉ ESCRIBE SILDA?

La intimidad y el secreto.
Lazos de amistad y de generosidad entre mujeres. Tres, el número mágico. La amistad como familia adoptada.
Ser testigo una de las vidas de otras. El otro, la otra, como espejo.
Traición. Lealtad y deslealtad.
Amor. El desgaste del amor. El misterio de los sentimientos, de su desgaste y persistencia.
Sueño y vigía: la fragilidad de la frontera entre ambos. La consciencia de estar soñando.
Desplazamiento, viaje.
El erotismo como comercio sagrado. La sacerdotisa – prostituta. El erotismo femenino como ofrenda, pagada o no.
Y el tema de todo escritor: el tiempo. El paso del tiempo: la degradación física y envilecimiento moral que acarrea. La nostalgia de la juventud, el insulto que transmite el espejo de la juventud
.

DE LOS RELATOS:

La propia autora los divide en dos grupos: VIGILIAS y EN SUEÑOS. (ojo: no se trata de ensueños ni ensoñaciones: son sueños de verdad) Pero la frontera entre ambos estados es a menudo confusa y difuminada.
El primer grupo, VIGILIAS, se compone de seis cuentos.

No es usual colocar el más largo– casi una noveleta – al principio del conjunto. Se trata de Verdades, mentiras y silencios,
La protagonista venezolana, Inés, en la madurez de su vida, viaja a Bilbao donde se encuentra con las hermanas Begoña y Edurne, y también en Madrid con Miguel: tres ex miembros de la familia adoptada, exaltada y feliz, que había formado Inés con esos amigos vascos en los tiempos cuando todos eran jóvenes estudiantes. El quinto miembro de ese grupo, el hermoso Aitor, objeto de deseo de las tres jóvenes de entonces, ha muerto de forma misteriosa en uno de sus retornos a Venezuela, no se sabe cómo ni dónde. A petición de su viuda, Begoña, que necesita el certificado de defunción, Inés llega a contratar la ayuda de un detective margariteño, con quien desarrolla una ambigua relación al margen de la investigación que la llevaría a descubrir (o admitir) su propia culpabilidad. Al igual que otras protagonistas de Silda, Inés pretende mantenerse en la sombra, ser testigo de historias de otras, (poco sabemos de su vida, hijos, etc.) y se derrumba cuando la investigación saca a flote la conciencia de su protagonismo en la parte que le corresponde en la muerte de Aitor. A pesar de su aparente historia de misterio policial, el cuento tiene otros misterios: el de amor no colmado, el de la amistad entre mujeres – tres mujeres, triángulo predilecto de Silda — el desgaste de ambas cosas, que se evidencia en una situación muy típica en esos relatos: la emoción del reencuentro después de muchos años pero también el dolor y la nostalgia, el de silencio y el ocultamiento.
El tema predominante aquí es el ocultamiento, el secreto y la traición que subyacen como episodios sueltos e inocuos en la vida de los protagonistas hasta que se materialice el hilo que los une.

El segundo relato: Cuento en blanco, conserva o más bien desarrolla de otra manera los mismos temas y motivos: el triangulo de tres amigas, encuentros y desencuentros, el paso y el desgaste del tiempo: de hecho, la narración se sitúa al final de sus vidas. A diferencia con aquella Inés que se derrumba al descubrirse involucrada, esta narradora logra eclipsarse totalmente en la despersonalización voluntaria de una testigo: ni siquiera sabemos su nombre y sólo menciona su feliz vida de madre y esposa acomodada con el mínimo necesario de palabras para aclarar que no tiene importancia. El protagonismo lo llevan sus dos amigas, la estrafalaria Ana y la petulante escultora tropical, Tibisay, en el triángulo que forman ambas con el galán ruso llamado Dimitri. También se trata de amores inconclusos, sin culminar, y de una gran traición. Como el primer cuento, este también abarca episodios que atraviesan la vida entera.

En mi opinión, Océano es el cuento más emblemático del conjunto, podría hablarse de él por horas… Desde el punto de vista de la teoría del cuento, es el mejor logrado también. Fiel a los principios temáticos que ya había enunciado, Silda logra condensar en un momento del viaje por carretera toda la vida de dos personajes, hombre y mujer: el amor, el tiempo, la incomprensión, la diferencia de percepción erótica de la relación, y mucho más. Incluso sabemos que son gente madura, que llevan años juntos, entendemos que la probable razón del viaje es la muerte de un familiar o de uno de los padres del marido. En todos los relatos de este libro hay algún tipo de viaje: Venezuela – Bilbao en el primero, Venezuela – Nueva York – Moscú en el segundo, siempre hay un fondo del viaje, luego vendrá el de una mujer al Oriente venezolano en busca de su filiación paterna, un encuentro en el exilio y todos los viajes en los sueños. Pero este cuento se centra en el tránsito en sí, no en los puntos de llegada Es bien conocido el paralelismo entre la narrativa y el viaje, entre la vida y el viaje: otro tema sin fondo… El amor de pareja está abarcado en toda su complejidad en el tiempo, con su desgaste y, a la vez, su persistencia a pesar de la incompatibilidad cotidiana de los personajes, de las mil pequeñas irritaciones; Considero muy acertado y conmovedor el logro de la autora de que toda esa complejidad de la vida cupiese entre una pregunta (en qué piensas) y una respuesta, en la que, (cito a Balza): como un oleaje la brevedad del haiku invade vidas y prosa.

El don cuenta la historia de Carla, una joven madre, quien al constatar el color oscuro de su niño se decide al fin viajar al Oriente para conocer la historia de su padre del que sólo sabe que era negro pero ignora su reputación de brujo. La traición del padre es más bien un abuso de confianza cuando embarazó a su madre siendo ella una niña enferma, confiada a sus cuidados. No sin terror Carla reconoce el “don” en sí misma. El final es cálido e inesperado, en una frase voltea por completo el ambiente sombrío y supersticioso que rodea el cuento hacia un porvenir de luz y esperanza. La voluntad de buscar coherencia y sentido en la vida como un conjunto, gobierna también este relato.

En el cuento Del corazón todavía esta tendencia está conscientemente acentuada, buscada y narrada en primera persona. También aparece de manera aguda la intervención del tiempo y la lucha contra sus destrozos. A sus sesenta y tantos años, la protagonista vive en un exilio político sin retorno, transformada, rejuvenecida e irreconocible por obra de la cirugía (este ser patético con figura de jovencita y alma de Matusalén). La historia ocurre en un bar con música seudo latina donde ella reconoce de pronto al personaje de su país, un ex-amante de juventud a quien atribuye todas sus desgracias, y de quien nunca ha dejado de estar enamorada a pesar de sus muchas traiciones (con ella, con los valores ideológicos que compartían, etc.), a pesar de que se trata obviamente, de una verdadera crápula moral (su cargo actual, Viceministro de vínculos con los pueblos oprimidos, o algo así, nos dice mucho al respecto), a pesar de que lo describe también como una ruina física. Y sin embargo, la tan mencionada persistencia del amor – odio – desprecio – lo que fuera, relacionado con ese hombre, confiere un soterrado sentido a toda la vida de ella.

La mujer en la ventana ya pertenece a medias, en mi opinión, al grupo de los sueños. No es propiamente una historia, me parece más bien una pesadilla que agrupa a muchas mujeres unidas por su forma de experimentar el mundo y la vida desde su propio encierro doméstico o sicológico, a través de una ventana. Con todo el simbolismo de la ventana: apertura que sólo acentúa el encierro, que permite ver y expone a la vista de otros, pero no permite salir, salir es lanzarse hacia la muerte. También aquí encontramos el rastro del tema persistente en esos cuentos, la traición, en ese caso de un hombre que abandona a la protagonista, o a una de ellas. Esa pluralidad ambigua de voces de mujeres volverá, por otros caminos, al final del cuento El Sueño de Annabella.

Los relatos de este primer grupo (VIGILIAS) están situados en los tiempos, espacios y contextos de nuestra realidad. Los de EN SUEÑOS, salvo el primero, que “engaña” porque parece hasta el final anclado en referentes reales, los otros tres: La calígrafa, Babilonia y Sueño de Epifanía tocan más directamente referentes míticos de la humanidad: la prostitución como ofrenda sagrada del cuerpo femenino, los campos de muerte y las guerras, la ciudad amurallada y los laberintos para salir y entrar en ella, la caligrafía, el arte, la transmisión del saber.
En la mayoría de los cuentos de este grupo la temática abarca el hecho de estar soñando y la relación entre el sueño y el, o la, durmiente, que mantiene en el aire una tenue ambigüedad acerca de quién está soñando a quién.
En La calígrafa, un hermoso relato que transcurre en una ciudad amurallada, el hecho de estar soñando es per se germen de una traición, (tema muy recurrente en Silda). En las situaciones de peligro que ocurren en el mundo de este sueño, la condición ambigua del durmiente lleva implícita la amenaza de despertar desamparando a las personas a quienes se ha comprometido proteger. Al mismo tiempo, la siento como una condición tranquilizadora de quien, cual niño rico que juega a ser pobre, toma ciertos riesgos probando vidas que no le corresponden, pero siempre tiene una salida. Es, pues, el mismo individuo en dos mundos.


En El sueño de epifanía son claramente dos mujeres: la soñada y la que sueña. La que, al despertar descubrirá en el espejo un misterioso vínculo con la otra a través del tiempo y la presentida cadena de generaciones que la unen a la mujer ancestral.

En El sueño de Annabella el cuento está ya terminado cuando la consciencia de estar soñando irrumpe en la narración, trastocando la perspectiva y dándole otra profundidad al sentido del relato. Aquí vuelven a repetirse los temas anteriormente anunciados, tan importantes en la obra de Silda: la amistad, tres mujeres, la generosidad y el egoísmo, el paso del tiempo que deteriora las relaciones, la juventud como espejo de edad madura y viceversa. También la traición; cómo no. La deslealtad del tiempo, en primer lugar. La amiga Zoe que se había aprovechado de Liz es quien se aleja de ella, y en cambio la niña le reprocha a Liz su olvido. La historia está enfocada a través de Liz en papel de narradora -testigo, la de bajo perfil, como siempre, pero involucrada, y sin embargo el título sugiere que el sueño no es de ella sino de la joven Annabella. Y en un giro final se descubre que las tres mujeres son el sueño de otra, identificada con ellas y con todas las mujeres, el sueño que yo entendí, a través de mi lectura propia, que es el de abandonarse a la escritura, a ese estado de semi-consciencia en que nacen esas y otras criaturas, y la escritora Silda se despierta de pronto y se pregunta: de dónde surgen, en qué extraño lugar habitan dentro, muy dentro de mí, y, sobre todo, qué diablos intentan decirme. Añado que desde el punto de vista de la estructura del cuento, este final parece añadido sin ninguna razón, como la parodia de tantos malos cuentos en que el embrollo se resuelve con el despertar del protagonista y sin embargo éste no lo necesita para “salvarse”: ya ha sido concluido y funciona muy bien sin él; en ese final se concede entonces la prioridad a un imperativo interno mucho más importante para la autora: distanciarse, poner frontera… acaso despertar.

Krina Ber. 06/03/09